Recordando a un amigo que murió
Tenía yo como 16 años cuando por primera vez viví la impresión de enterarme de la muerte de un amigo.
Un año menor que yo, él se distinguía por el comportamiento alegre y desmadroso. Estabábamos en la misma prepa, y aunque no era alguien con quien me juntara frecuentemente, habia una cierta afinidad donde podíamos intercambiar impresiones y reír a costillas de otros. Ciertamente no alguien que fue o hubiera sido de mi círculo cercano, pero en definitiva de ese tipo de personas que por limitado que sea tu trato con ellas, se ganan tu estima.
En las clases que teníamos juntos, hacíamos repelar a las maestras con lo que se nos ocurriera. Saliendo, solía irme con él en su camioneta, pues vivíamos en la misma colonia. Y no es que lo hiciera siempre de a gratis; algunas veces tuve que ser su cómplice haciendo diabluras que no diré a tal o cual tipo que le molestara.
Un enorme defecto era su afición al alcohol y a la velocidad. Muchas veces le remarqué lo imbécil e imprudente que era para manejar, y que precisamente por el aprecio que le tenía como amigo se lo señalaba. Él recurría a la justificación absurda que usan tantos: "Si algo me pasa, pues ya me tocaba". Qué cómico es que la pulsión de muerte sea convenientemente achacada al Destino mismo para que hasta para morirse la gente sea irresponsable.
Tenían él y otros 3 amigos planeado ir a uno de los pueblillos de Nuevo León a embriagarse y pasarlo bien en un Rodeo. Vi a mi amigo un día antes en la tienda, cuando fui a comprar cigarros. Me invitó como por obligación, se veía que ya tenía a los que quería que le acompañaran, así que no acepté. Al final, fueron ellos quienes emprendieron el viaje ese día.
De regreso, en la madrugada, venían en la camioneta a la mayor velocidad posible. Imagino estaban pendejeando, riendo y diciendo incoherencias como todo pequeño grupo de borrachos fiesteros. Se salieron del camino en la carretera, impactaron un árbol grueso con tanta fuerza que lo desarraigaron.
Transcurrió hasta mediodía, cuando ya había luz y un camión de gas pasó por ahí. El chofer los vio y fue quien dio aviso a las autoridades, quienes sacaron los cuerpos ya rígidos. Ni uno sobrevivió. La prensa amarillista alcanzó a hacer sus notas explícitas mostrando los cadáveres antes de ser cubiertos para su traslado. Ahí uno de mis ex-colaboradores vio a nuestro amigo de la prepa, tendido en la hierba y vistiendo una playera de la cual siempre le decíamos que la teníamos ya muy vista.
Ése fue el fin de un amigo. Hay veces en que, dentro de mis pensamientos de añoranza de aquellos mis mejores años, me topo con la mancha negra que es ese recuerdo. Me pregunto a veces cómo sería él ahora, que han pasado ya 15 años. ¿Se habría reformado, o continuaría igual? ¿Le habría hecho algun bien al mundo, o era solo uno de tantos que para la estadística y la fría lógica resultan prescindibles? No lo sé. Queda solo el agradecer los buenos recuerdos de convivencia con el difunto muchacho, y enseguida dar un agradecimiento doble por no haber estado ahí con ellos cuando el accidente ocurrió.
Que desgracia.
ResponderBorrarLamentablemente uno no se da cuenta de lo irresponsable de nuestros actos la mayor parte del tiempo. O si lo hacemos, es ya demasiado tarde para remediarlo.
En cuanto a la prensa amarillista... bah, ya ni es noticia. Si por ellos fuera... bueno, mejor ya ni digo mas nada. Me da asco esa gentuza. Ojala ardan en el infierno !
eso es feisimo Sr Strauffon. yo tambien se lo que es la perdida de un amigo y uno se acuerda y los extraña a veces
ResponderBorrarcon esto me puse a pensar (accion que no hago con frecuencia)si es mas doloroso recordar a los amigos cuando mueren o cuando cambian y se alejan? como sea ambos casos son tristes.
ResponderBorrarlo bueno que saliste bien librado de esa si hubieras ido te estarian dedicando este post.
Recuerdo que me contaste esto hace tiempo. Y recuerdo que lo hiciste por mi afición a la velocidad.
ResponderBorrarHace tiempo vendí mi último deportivo. Ya no corro y casi no tengo mono (síndrome de abstinencia) de correr. Aunque nunca conduje bebido, sí que he arriesgado bastante.
En fin. Hablamos pronto.
Se lo que se siente. Yo también perdí a uno de mis mejores amigos en una situación similar.
ResponderBorrarÍbamos en la misma primaria y secundaria, pero él era 2 años más grande que yo. Lo ubicaba sólo de vista, porque era el típico rebelde y madreador. Causalidades de la vida, me lo topo en la universidad como compañero de clases, y la verdad es que fue de esas personas que irradiabla alegría: siempre sonriente, amigo de todo el mundo, siepre contqandote cosas graciosas... aunque eso sí, con una dascinación por el alcohol y las drogas muy grande.
Buenos tiempos pasamos muchos, en mi blog recuerdo los mejores.
En enero del 2006, por ser el cumpleaños de una amiga, nos fuimos varios un viernes a beber unas micheladas y, cómo era ya costumbre entre todos, nos pusimos muy ebrios. Él, sin embargo, quiso seguir la fiesta, mientras varios preferimos dejar todo ahí.
Al día siguiente, la noticia: increíble como un día estás con alguien y al día siguiente ya no está. Él siguió bebiendo y yendo de fiesta en fiesta, hasta que de camino a la última, en alto alguien le chocó y no traía cinturón... Y también, por petición de nuestras amigas en común, tuve que redactar y firmar una carta al periódico Reforma, reclamando el amarillismo con el que trataron la nota. No entraré en detalles.
En fin, que las enseñanzas -tanto en vida como con su muerte- nos dejaron nuestros amigos no sean olvidadas, porque de esa forma podremos decir al final, que sus vidas no fueron "en vano".
Ahroa si que sobre advertencia no hay engaño... Yo solo diré que afortunadamente no estuviste tu ahí ese día y gracias a eso pude llegar a conocerte ahora. Como quiera lo siento mucho.
ResponderBorrarA la hora de medir, si es que eso es posible, nuestras relaciones con los demás, no es tan importante la frecuencia, la proximidad, incluso el contacto físico, como la experiencia que compartes con cada persona.
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