Una de las cosas que es común que me ocurra es que me toquen relatos interesantes cuando viajo en un taxi, Uber, o semejantes. Algo ve el conductor que le da confianza sin que le haya dicho yo algo todavía, y se abre como una fuente de palabras. Ahora pienso que cada una de esas ocasiones debería haberlas documentado, pues aunque sé que me tocaron anécdotas únicas, algunas veces venía demasiado cansado, preocupado, o de plano ebrio, y al paso de los días y sin tomar nota de ellas, se me olvidaron por completo. Solo un par de veces lo escribí para la posteridad, y así es como hablé en el pasado sobre el taxista ex-militar, y del nada agradable taxista traumado con el tema del aborto.
Esta vez y por circunstancias que sobra mencionar, tuve que salir a varios lugares. Estaba en una plaza comercial cuando fui a mi último asunto, y ya estaba por regresar a casa. Cuando salí de ahí, justo en la entrada estaban estacionados los taxis de ahí mismo de la plaza, así que me subí a uno de ellos. El cansancio por el trabajo y el no poder dormir bien se me notaban desde lejos, estoy seguro, porque el señor del taxi me hizo un comentario al respecto de inmediato, y hasta preguntó cómo me sentía al ver que de pronto se me cerraban los ojos y cabeceaba. De ahí surgió la plática informal que ya todos sabemos: el clima, el trabajo, el estado actual de la política y sociedad tanto del país como internacional, y al final la confesión o apertura de parte del taxista de la que antes hablé: esa confianza súbita que no se por qué sientan conmigo sin decirles aún ningún antecedente mío ni nada. Muchas veces he dicho que debe notárseme en la cara lo apaleado por la vida misma al grado de identificarme como hermano de los caídos. Así que, hilando un tema general o común a otro, de pronto tuve la confesión del hombre sobre lo que le aquejaba y ocupaba su pensamiento esa noche, y lo más probable es que por las últimas semanas también, quizá meses.
Me contó cómo tiene una pareja mucho más joven que él, cosa que no tiene nada en particular. Se habían casado hace un buen tiempo. Ahí es cuando miré al taxista para calcular su edad, y sin poderlo asegurar y mucho menos decirlo en voz alta, calculé que tendría unos 60 años. Por lo que expresaba, se notó que sí quería en verdad a la mujer. De inmediato se fue al tema económico, de que actualmente estaba teniendo dificultades y estaba teniendo que trabajar tanto en el taxi como en otro lugar, para poder completar para sus gastos. Ahí es donde hace el primer comentario que me da una idea del tipo de mujer que tiene: que ella sí trabaja, pero que tenía que pedirle prestado. Y dije: momento, ¿qué no comparten los gastos dado que viven juntos y están casados, y ambos trabajan? Lo vi en su rostro que sabía que iba a preguntar yo eso y al principio como que quiso evadirlo con otras cosas.
No insistí (porque a fin de cuentas, qué me importa, podrá decir más de uno), pero después él solo quiso volver al tema y me platica, incluso justificándola, diciendo: "Es que yo así la acostumbré. Ella trabaja y gana más que yo, pero pues su dinero es para ella y el que se hace cargo de todo soy yo. Y pues ella así me dice, que yo así la acostumbré". Qué triste y patética sumisión, pensé. Pero la peor parte estaba por venir, porque el hombre me contó que en resumidas cuentas había tenido que negociar con ella el que se hiciera cargo de las cuentas de la casa y pago de deudas por al menos 6 meses, y que él se lo iba a pagar. La tipa no estaba nada contenta con eso y decidió que a la hora en que se lo pagara de vuelta, que iba a ser con intereses también. Aquí mi cara ya era entre incredulidad y encabronamiento. No es posible, el cinismo y desfachatez de la vieja infeliz, pero así justo era. El pobre hombre me contó que de plano le había dicho que en tal fecha que iba a recibir un dinero por una suma de inversiones que hizo y aparte su pensión que tenía tramitando no sé desde cuando, y que entonces le pagaría de vuelta lo que hubiera gastado, mas el 50% de la cantidad. Sí, como lo leen. Cual si fuera un banco o similar, o una usurera rompe-piernas, pidiendo un porcentaje de interés.
Con eso último del 50% de interés que dijo hasta sentí rígida la cara, adivinando la expresión de disgusto que debía estar haciéndole al taxista. Se detuvo tantito en su relato para la plática recíproca. Es decir, preguntarme sobre mí, si había tenido alguna situación similar, si soy divorciado o algo. De forma cortés le doy un mini-resumen sincero al respecto. Y es que si el hombre está abriéndose conmigo sobre algo que sin duda le hace objeto de juicios y regaños de parte de sus amigos y familia, por qué no habría de darle algo a cambio. Le conté que nunca he estado casado, que no tengo hijos (cosa en que coincidimos, según me hizo saber de inmediato), y que cuando casi terminaba la carrera tuve una novia de ahí de mi misma universidad con quien sí me hubiera llegado a casar, pero que me dejó. Cuando me preguntó si solo con ella lo habría considerado, le respondí que no, que no fue la única con quien lo hubiera considerado en mi vida. Pero que luego de esos casos en particular y que a fin de cuentas no se dio, el tema lo dejé atrás ya en un punto definitivo.
Quiso saber si me vi en una situación similar alguna vez y le dije la verdad, que sí. Algo que le dije y que a muchos otros les he dejado claro es que odio que la gente ajena juzgue cuando uno anda con alguien más joven, sobre todo porque: 1) Qué carajos les importa, y 2) En el fondo, y aunque digan que no, ellos mismos quisieran una relación así. Si ambas personas son adultas y hay mutuo consentimiento, el ver a la gente haciendo los mismos comentarios idiotas y metiches sin tener cara como para andar juzgando es algo desagradable. Sobre todo porque hay parejas así donde sí ha funcionado y siguen juntos, y me las he llegado a topar en directo y no solo de oídas. Pero la verdad sea dicha, algunos puntos que se señalan sobre las relaciones entre mujer joven y hombre más grande sí son verdad en muchas ocasiones, como el darte cuenta que eres solo el sugar daddy sin saberlo, o de plano eres su pendejo, con todas sus letras. Se lo dije así tal cual poniéndole como ejemplo que yo también tuve una relación donde la chica de plano quería imponer eso, que fuera yo un cajero automático y ella además de no gastar, poder salir con quien quisiera (una relación abierta, vaya), poder irse a sus viajes con sus amigas sin que yo pudiera ni preguntarle qué hizo, etcétera. La diferencia es que con todo y lo que me gustaba, yo sí le puse fin. Ni siquiera digo que terminé la relación porque ni estoy seguro de que hubiera una en primer lugar. Pero en definitiva, no iba yo a caer a un punto bajo en el que he visto caer a muchos: la sumisión, la desmasculinización, y la mandilonería, llegando hasta el punto de ser alguien a quien andan engañando a sus espaldas, y encima saber que no es alguien con quien vaya a contar cuando ocurran cosas difíciles en el futuro.
Le llegó hondo el comentario al hombre. Al ver que sus ojos empezaron a verse llorosos sentí hundirme en el asiento por la incomodidad. Dijo que eso le sucedía también, que su esposa se iba de viaje sola o con sus amigas, y que él no preguntaba nada porque de todos modos no le diría la verdad, y que quizá incluso no querría saberla si es que se la fuera a decir. Pero era notorio el dolor del sujeto de solo verle en la cara que por mucha negación que quisiera hacer al respecto, ya era evidente lo que andaría la esposa haciendo y de lo que tal vez se habría ya enterado él de alguna u otra forma. Ya ven que nunca falta la manera en que te llegue el chisme de algo, y mas si involucra engaños o traiciones. De ahí mencionó de paso el hecho de que lo trata de forma irrespetuosa cuando están reunidos con otra gente, no tiene el detalle de consolarlo o darle apoyo cuando le ocurren cosas que le afecten, y una vez hasta se fue de viaje y lo dejó solo en su casa recuperándose de una cirugía. De hecho hasta me dijo que tenía ya arreglado lo de tener enfermeras yendo a casa Le di algunas palabras de ánimo de la manera en que logré improvisarlas, porque debo decirlo: el pobre exudaba tristeza. Mucha gente acostumbra solo sentir empatía y pena extrema ante cierto tipo de casos, y rara vez es con un hombre físicamente funcional. Pero aquí pude ver que estaba oyendo hablar melancólicamente a la ruina de un ser que hacía mucho tiempo dejó de sentirse pleno.
Lo anterior no tiene que ver con la edad, como muchos creerían. Hay gente de 25 o 30 años que me he encontrado con ese vacío (aunque por motivos diferentes), y por otro lado, a gente en sus setentas con dicha y ánimo aún. Lo siguiente surgió como cascada, contándome que ella ahora está por llegar a los 40 y que para él significaba lo mismo que cuando recién habían empezado su relación; o sea, ella entre 18 y 22, deduje, en base a otros detalles que mencionó él sobre la mujer yendo a sus clases de la carrera y eso. La forma en que la describió, hablando de lo bella y simpática que era a sus ojos en esos tiempos en que estaba joven me hizo recordar mis propios enamoramientos del pasado de forma inevitable. Lo comprendí, y a la vez vi no solo con pena, sino con asombro al notar que dentro de este hombre estaba aún esa forma de amar y de ver a alguien: con ese afecto (o infatuación, según lo vea uno) y adoración desmedida propia de esos amores intensos que uno vivió de adolescente, sobre todo cuando es el primero. Sobre todo por la forma de describirla a ella y un par de recuerdos de su relación en sus inicios que me compartió.
Y digo que lo vi con asombro, porque lo digo de nuevo, no quiero parecer incisivo con la edad (sobre todo porque detesto a quienes sí lo son), pero cuando uno se encuentra gente ya en esos años en una relación así, lo común es que sea alguien ya hastiado pero pegado como siamés ahi con la pareja, porque es el inmaduro que tiene una esposa-mamá a su servicio, o el que pone de pretexto estar por los hijos o por alguna otra cosa, pero que en realidad no se va porque sabe que ya su mejor tiempo pasó, será difícil o imposible conseguir a alguien más, a menos que sean aún guapos o tengan dinero; y no quieren quedarse sin compañía fija para el resto de la vida. En vez de eso, estaba frente a mi alguien que no se quedó ni aguantaba las cosas ni por miedo a irse y no hallar a alguien más, y obviamente tampoco por buscar cuidados de ella, ya que aquí no aplica. Es, en pocas palabras, alguien que en desproporción le da de amor el 100% a su pareja y deja un 0% para sí mismo. Este hombre me recordó a ese cliché del poeta ya mayor, el que ante el azote del tiempo conserva esa alma de artista tan soñadora y atesoradora de ilusiones, amando aún a esa cruel y desconsiderada musa que antes era la chavita de universidad bonita, de simpática sonrisa y linda figura que conoció.