Al nombrar una particular época del año, no falta aquél que le atribuye cosas ya sea buenas o malas. Como si de manera inherente tales días o meses, o tal estación, tuviera por arte de magia o predestinación alguna especie de aura o suerte ya antes cargada. Los que creen eso suelen ser muchas veces los mismos que salen con esa simplonada en las redes sociales de decir "Mes que va entrando, ¡Sorpréndeme!" como si el mes fuera una entidad consciente.
Yo no soy de esos, pero si juzgo de forma fría e imparcial, no estoy libre de mancha ahi. Puesto que una de las cosas que creo en cierta medida es en la suerte, porque si vieran la que me cargo, entenderían que sería difícil no creer. Las situaciones que me han pasado donde se doblan las circunstancias para mal son entre cómicas y enfurecedoras. Tampoco son al nivel máximo esas tragedias (o no estaría aquí a estas alturas contándolo), pero no son pequeñeces tampoco. Y por mas que me resistía a verlo, tenían algo en particular: pasaban más en el mes de marzo, o sobre situaciones que fueron emprendidas o echadas a andar en marzo.
Mi aversión a dicho mes del año ha existido por algún tiempo. Mientras que a otros los veo traumados con enero y su famosa "cuesta", a mi no me ocurre, porque no gasto de más ni ando queriendo quedar bien con regalos y gastadera con gente a la que al final no le importo. En cuanto a febrero, del cual he escrito ya antes, de igual manera intento manejar de manera pragmática el que suele ser un mes de tremenda polarización, por aquello del día del amor, y el desbalance entre quienes se sientes contentos y quienes no.
Pero luego está marzo en particular. He analizado y me di cuenta que es un mes en el que cumple años gente que en otro tiempo quise con toda el alma y se portaron crueles e ingratas. Es, además, el mes en el que murió mi abuelo. Coincide también con la llegada de la primavera, la estación del año más sobrevalorada, desde mi punto de vista. Por estas cosas tal vez, y otras más que no logre recordar de momento, puede que tenga una especie de predisposición a que las cosas salgan mal. Quién sabe. Y bueno, no es que el resto del año sea miel sobre hojuelas, siendo franco.
Sobre esas situaciones de mala suerte supongo escribiré sobre ellas alguna vez en conjunto, ya que solo las he mencionado en escritos aquí y allá de forma velada, hace años. Y supongo que habría que dejar constancia pública de ellas y no esperar hasta que escriba mis memorias. Nno estoy diciéndolo solo porque sí, ¿eh? En verdad sí planeo escribir mis memorias. No porque vaya a publicarlas ni nada, sino que... bueno, eso también es tema para otro momento.
Pero bueno, lo que queda en cuanto a dicho mes es que cada vez que llega, sea un poco más cauteloso de lo habitual. Sin dejarme sugestionar como ocurre con tantos otros, esperando a la vez la llegada del tiempo del año que sí me gusta y suele tenerme de mejor humor: el otoño y el invierno. Ya sé, ya sé, para muchos suele ser el verano porque les recuerda la niñez y vacaciones largas, o las salidas a playas, o a campamentos. Y verán, viví todas esas cosas que acabo de mencionar, de hecho. Pero esa misma suertecita que me cargo ahí estaba como mi fiel acompañante. Y digamos tan solo que no fueron vivencias tan gratas como lo son en los recuerdos de otros.
¿Y tú, lector? ¿Alguna temporada del año en particular en que te sientas mal, o por el contrario, en que te sientas con tremenda suerte?