Y no tengo paz. Créanme.
En ocasiones, caminando por la calle, puedo casi sentir sus ojos sobre mi. Evaluándome, meditando si soy o no conveniente para sus intereses.
A distintas horas del día percibo su presencia, acosándome, cual si fuera un trofeo redituable. ¡Y tal vez sea así! No sé cómo operan, no sé cómo es que se mantienen tan fuertes constantemente y ni mis gritos diciendo "¡NO!" les pueden frenar.
Varias medidas he intentado ya, pero no ha funcionado ninguna. Se vuelven resistentes, encuentran la manera de estar aquí. Vaya, al parecer me encuentran sin importar en dónde esté, con un demonio.
A veces en la regadera, oigo sus voces afuera. Ni el baño puedo disfrutar, cosa que otros si gozan e incluso les sirve para meditar, relajarse. O bien, a los más activos les sirve para llenarse de vigor y acabar de despertar. Yo no. Porque sé que por en algún lugar cercano andan, y saben que aquí estoy.
Mi terapeuta recomienda que me tranquilice. Dice que esto no es sano. Oh, qué fácil para él decirlo. Puede dar una opinión externa sin ser parte del problema. El no es quien tiene que escucharlos.
Me hablan sobre lo que hago. Cómo duermo, bebo, como, y hablo. Me dicen lo que piensan sobre mis hábitos y gustos. Critican mientras no sé cómo callar sus voces.
"Te están volviendo loco", me dicen. Otros, sin embargo, opinan que no debería echarles la culpa y que el tren de la cordura se me fue desde antes.
Se aparecen frente a mi de pronto. A veces hombres, y en otras son mujeres.
Pido que se aparten, pero estoy imposibilitado a hacer que se vayan. Cual exorcista luchando contra el invasor, gesticulo con las manos, haciendo signos de los más antiguos, incluso los sumerios que en su mitología llegaron a inspirar a Lovecraft para escribir su genial ficción.
Intento refugiarme y fingir que no les escucho, y tampoco funciona. Siguen llamándome.
En algún momento deseo que mis palabras se vuelvan fulminantes, únicas y efectivas, y que logre que finalmente desaparezcan cuando, luego de tomar aliento, grite de mi ronco pecho:
¡VÁYANSE A LA CHINGADA, PINCHES TESTIGOS DE JEHOVÁ!
En serio, estos cabrones no entienden. Y entre ellos, los de cobranza del banco, la nopalera que pasa por la calle con su voz de pito, y el carro con altavoz que vende pan, no mames.
Quisiera mudarme a una colonia privada. O a un sitio apartado mejor, a ver si por fin dejan de joder.