Alexander Strauffon



17 jul 2006

Juan: El Artista que el mundo dejo ir.


En otra noche mas, de ese invierno que siempre le parecía cruel, estaba el. Si, en ese lugar ya tan conocido se encontraba, preguntándose de que tanto huía en sus pensamientos; si acaso de la decadencia del mundo externo o quizás del tiempo mismo. De los tristes recuerdos y las añoradas y perdidas ilusiones. Y sentado justo ahí no podía mas que pensar en la monotonía que ya sonriente aguardaba el día siguiente para envolverlo en su sofocante abrazo. Se puso de pie y avanzó primero hacia su aparato de sonido. Algo de su música favorita obviamente tendría que hacerle bien.

(PLAY: “Owner of a Lonely Heart” – YES)
(STOP)

“¿Qué haces, Juan? Oh, vas a encenderte un cigarrillo. Bien. Atraviesas ahora tu cuarto hacia la pequeña mesita a un lado de la cama, donde los dejaste desde la noche anterior. Casi amanece, ¿Te das cuenta? Pronto no tardara en oírse el canto en coro de esos pajarillos que tantas veces has oído ya, mientras los rayos de luz del amanecer se asoman, tímidos. ¿A dónde vas ahora? ¡Pero claro! A tu armario. Sacas tu guitarra, la ultima que te compraste, y la conectas. Dejas salir unos cuantos acordes y sonríes. Cuando dejas de hacerlo sólo se oye el movimiento de las ramas de los árboles, mecidos rítmicamente por el aire. Ya van a ser dos semanas, ¿No es así? Y hasta que alguien vive lo mismo que tú llega a comprender lo largo que es realmente ese período”.

Es hasta que uno decae y no es joven ya cuando se da cuenta que siempre fue un artista, el artista de su propia existencia, luciéndose en su “performance” hacia el inevitable telón de la vida, que es el morir. Juan estaba ahí, en su cuarto, pensando en eso mismo ahora. Se sentó en la cama y, sin dejar de tocar suavemente, observaba el juego de luces que es el alumbrado publico de la calle, que eternamente defectuoso se prende y apaga como él mismo sentía su existencia ya apagarse. Nada veía más allá de aquellas luces; quizá una metafórica y modernamente poética manera de enterarse de una vez que “al ver la luz” ahí tu camino acaba, y que por mas que fue su sueño, jamás pudo lanzarse al mundo de la música y que el mundo entero se deleitara con las creaciones convertidas en sonido que salían de su mente y corazón. En ese momento pensaba el pobre anciano en como todos aferramos nuestra mente y nuestro ser a esta realidad, que tal vez en ese miedo que nos lleva a hacerlo está el origen de la creencia en tantos dioses venerados por el hombre, y lo que, a pesar de las duras pruebas, aun nos lleva a seguir teniendo fe. Porque, ¿Quién sino el Ser Supremo podía haber concebido algo tan perfecto, tan único como la música? Y bendito sea el rock, pensaba el viejo; porque solo él le podía transportar a sus años de juventud, donde aun estaban presentes sus amigos, se reunían con sus instrumentos en un garaje, y tocaban, reían, y SOÑABAN.

Juan toma el cigarrillo y le da otra fumada. Se deja envolver por el humo como un depresivo ser que gustaría de estar eternamente entre la niebla. Soñador, como siempre fue, ahora con una tierna sonrisa se dejaba llevar por la imaginación, pensando en como estaría ahora de haber sido las cosas distintas. No, él no era de esos viejos que posan de inocentes porque no recuerdan sus crueldades cuando estaban en plenitud. Él en verdad había sido un buen esposo, un buen padre y un buen hombre; una especie en extinción. – Debe haberme faltado hacer por ellos otro tanto – piensa el viejo, mientras ve sobre un mueble los retratos de sus hijos, y el de su hija con su vestido de novia, el día que se casó. Y mientras se acuerda de todo ello y mas y mas se acerca el amanecer que Dios sabrá por qué algunos lo relacionan con algo “alegre y bello”, Juan trata de acordarse si fue hace cinco o siete años la última vez que esos hijos suyos se dignaron visitarle.

“Pero, ¿Qué es eso, querido viejo? ¿Es una lágrima eso que corre por tus mejillas? ¿Y esos sonidos distorsionados por la odiosa tos son los sollozos que sobrevienen en tu ser con el dolor de recordar? ¡No! ¡Mejor sigue tocando, eso al menos te hace sonreír! Qué gris y vacía llega a ser la vida, y a ese mismo pensamiento llegas luego de tu honda reflexión. ¿Habrías de llamarles ingratos? ¿O condenar a la vida misma por lo irónica y absurda que llega a ser? Cuando piensas que en cientos de hogares se le dan mil atenciones al anciano moribundo que antiguamente fue padre golpeador y abusador, no puedes a pesar de la tristeza evitar reírte un poco al ver que esta realidad tiene una curiosa manera de distribuir sus recompensas”.

Tal vez desde que era joven se encontraba rodeado por tantos y sin embargo notado por nadie. El viejo lo piensa ahora, que en aquellos tiempos de juventud, fuerza y vitalidad probablemente es cuando mas severa es la ceguera ante lo que nos rodea, y nos creemos rodeados de amigos y de amor cuando lo que hacemos solamente es alimentar una falsa y risible ilusión. Tal vez si viviese aun su esposa podría todavía creer que existe la felicidad a pesar de sus sueños de estrellato rotos. Pero ese azote que es la Muerte no respeta sentimientos, ni a personas humildes o grandes. Y ahora recluido en esa casa, como un estorbo, de pronto toca con un poco más de fuerza, se detiene súbitamente y pone sobre la cama el instrumento.

Ahora es el tiempo de debilidad, y lleva años viviéndola, viéndola madurar. Está cansado el pobre Juan, MUY cansado. Ya se imagina que le sepultan, bajando el féretro lentamente, y deseando volver a sus vidas de una vez. Nunca fue una estrella. Nunca se vio ante los ojos de una multitud de 10,000 personas en una colosal arena, tocando para ellos. Se contempla a si mismo desvaneciéndose en su propia esencia, reuniéndose al fin con su origen en el Infinito, pareciendo que allá le esperan su mujer y esa paz ausente.

“¿Ahora que haces, Juan? Sacas algo de una pequeña caja, y… ¡Oh, desdichado! A que decisiones tan equivocadas te han llevado tales reflexiones. Un tipo cualquiera, cuya carencia de dinero solo es superada por su carencia total de ética, ha puesto en tus manos un instrumento que nunca causa sonrisas, sino heridas, y dolor. ¿No podías mejor haber decidido bajar a tomar un poco de café? ¿O quizás distraerte con tu guitarra hasta que pudieras pensar ya en algo mas?”

Sale el viejo al balcón con la metálica (“METALLICA”?) arma en la mano. Se ríe, apartándola, y pensando en que jamás habría cometido una locura así. Una última actuación: deja salir las tonadas dando su mejor esfuerzo, y al amanecer, Juan ha entregado el alma. Se reúne ya sonriente en la otra existencia con ella y con aquellos famosos músicos, ídolos de su niñez.
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1 comentario:

  1. Colibrí17 julio, 2006 22:25

    wow!!!
    y la magia e esta "viñeta literaria" es que en verdad se puede ver!!

    y le di vuelta a la imaginación y pensé que en vez de "Juan", podría llamarse Syd Barret

    y en vez de "Owner of a Lonely Heart" podría haber escuchado "Shine on you crazy diamond"

    excelente post!!!

    pd.colibrí (alias PostScriptum) (alias judith)

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