Un recuerdo de El Alma Suicida
"Él" se acercó al ser del alma suicida. Le miró casi con pena, ahi sintiéndose vacío y solo, cual marchita planta que no recibió ni agua ni Sol.
En su esplendorosa majestad, "Él" le habló. Su voz tan poderosa, tan llena de seguridad y plenitud, como una promesa de que quien atendiera a sus designios habria de ser feliz. Le dirigió entonces sus palabras:
- Engendro mío sin fe... Tú no perteneces aquí...
- Ah - respondió con un gemido el ser, orientando sus pupilas hacia la imponente figura - Quizá...
- Aunque te resistes, estás permanentemente atado a una línea que con todo tu esfuerzo no podrías borrar. Haz cuanto está en tu naturaleza hacer, y ya no tendrás por qué llorar más.
- ¿De verdad? ¿Y a costa de qué? A darle diversión a una perrada que vomita maniáticas carcajadas. A servirte a ti. No, yo no he venido a servir.
- Pequeña y boba criatura - dijo "Él" con compasión burlona en su voz - He hecho que tu mismo te quites todo. Que perdieras el amor, tus posesiones, tu salud. Y esto para que veas que no eres la estrella. Triste ser, eres solo el extra del susodicho Teatro del Dolor. Y acéptalo, has perdido todo.
- Como Job. Pero notarás la diferencia entre el y yo.
- En tu desdicha y tu pérdida de todo, sobre todo de tu esperanza, ya te tengo.
- NO. No me tienes, y nunca, NUNCA me tendrás...
"He hecho que tu mismo te quites todo" esplendoroso rev...cuántas veces nosotros mismos nos olvidamos de todo lo que somos y así, a su vez, nos quitamos todo...
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