Jesucristo el Nazareno ha sido vencido

Amigos mios, ha ocurrido una ocasión memorable.

Hace unos días, es cuando ocurrió ésto. Y francamente, sé que a muchos les costará trabajo creerlo.

He logrado lo que Caifás y los judíos del sanedrín tan solo soñaron, lo que Nietzsche vislumbró y nunca alcanzó en su totalidad, lo que tuvo como un sueño nunca realizado.

Las nubes negras y la lluvia incesante en éste justo momento enmarcan a la perfección éstas palabras, las cuales deseo se graben en sus mentes por el resto de sus vidas.

Amigos míos: Yo, Alexander Strauffon, le he ganado a Jesucristo.

Sí, tal como lo leen. No es que sus ojos los traicionen.

El hombre de Nazaret, Jesus, de cuya vida y palabra se fundó la creencia religiosa más predominante del mundo. El entonces considerado un incitador a la rebeldía, a quien los judíos consideraron un problema tan grande, que tuvieron que orquestrar su muerte a manos del Imperio que en ese entonces los dominaba.

Aquel que es llamado el Hijo de Dios, nacido en un pueblo pequeño llamado Belén. Crucificado luego de no ser defendido por aquellos mismos que recibieron sus favores. El relatador de parábolas, dispensador de milagros, predicador de lo que llamó paz y armonía.

Lo he vencido. Y en qué forma.

Yo soy la Hidra. Soy Tiamat. Soy el terror que aletea en las noches, y en sus sueños también.

Un común hombre de psique y sentimientos quebrantados como yo, creador de letras extrañas y pensamientos difusos, odiado por el 90% de la gente que le conoce. Un hombre no guapo, no rico, en verdad un No-Amado. Y es éste hombre común quien ha logrado esa hazaña.

Cuando fui a su encuentro, Él se irguió majestuoso e imponente hacia mí. Pensando que sus ángeles vendrían a mi encuentro, me preparé para ser embestido por espadas flamígeras con el calor de un millón de estrellas, sentir el dolor de plomo fundido sobre mi espalda, sentir en la piel el azote de mil látigos.

Y no fue así. Y entonces fui a su encuentro, con mis fieles allegados. Y atacamos. Sus seguidores quisieron defenderse, sonaron las trompetas celestiales, los coros en el Elíseo elevaron viva voz, glorificando al Invisible. Seguros de la victoria, ni siquiera tomaron en serio al mortal que iba al encuentro del Verbo del Señor.

Y uno a uno cayeron. Y entonces ellos supieron.

Mas ya era muy tarde. Y su intento por repararlo ya era tarde. Hirieron a una de mis seguidoras, y juré venganza. Acometí entonces con mayor rigor, y otros seres se unieron a mi causa. Ondearon los negros estandartes, y embistieron.

Finalmente, el Nazareno y sus seguidores cayeron. La victoria fue mía. Así es como debió ser.

Reconozcan todos mi gloria y mi poder, únicos en su especie, y entréguense a la nueva Era y régimen de la Razón de Strauffon. Soy grandioso, y he vencido a quien se creyera nadie podía vencer.

De hecho tengo imágenes del hecho. Seguramente quieren verlas.

Ojos sensibles, abstenerse de ver la imagen, por favor.

Contemplad, cómo ha caído el Crucificado, estando aún recientes las fiestas de su resurrección:

(Oh, no. La imagen se perdió. Pero es de cuando derroté al usuario de nombre JESUCRISTO en Mafia Wars. Deberán imaginarlo.)

Qué chingon soy. Deveras. Mi monito de Mafia Wars es la mera neta.

Jesucristo nunca tuvo oportunidad. Y menos sin agregar a nadie a su Top Mafia.

Soy el hit.