Anoche, Nerost y yo nos encontrábamos en mi casa viendo películas y arreglando algo de la universidad. Uno de esos fines de semana para gente que se rompe la espalda y por gastos y aparte deberes y demás, no pudo salir.
En contraste, los hijos de un vecino cercano tenían una fiesta. Estaba lo usual: un montón de adolescentes machos y hembras (esa especie realiza sus rituales de aproximación y apareamiento en dichos entornos, que les resultan favorables), alcohol de a madres, y música pedorra agropecuaria estridente. Hasta ahí todo era normal. Seguimos en nuestros propios asuntos a medida que avanzaba la noche; después de todo, no era mas que una fiestecita más.
De pronto escuchamos el sonido de botellas rompiéndose. Naturalmente creímos al principio que era parte del desmadre normal dentro del patio y cochera donde estaban. Pero luego fue seguido de gritos, mayormente de las mujeres, y al salir a asomarnos ya estaba la pelea entre dos grupitos que habian ido.
Ignoro la razón del conflicto, mas lo que si puedo decir es que es asombroso como los muchachitos de colonias residenciales tienen esa tendencia a hacer amistad con gente delincuente asquerosa, de colonias conflictivas, que luego vienen a un lugar que no les corresponde a causar problemas. Todo eso podria evitarse si tuvieran algo de sentido comun y raciocinio, pero que digo; pedirle eso a un adolescente es como pedirle tolerancia y mente abierta a un cristiano fundamentalista o a un musulman radical.
Seguían los golpes. Al principio quisimos ignorarlo, pero los gritos de las chavitas me hicieron pensar que habia un riesgo mayor. Asi que arrojadamente nos decidimos a hacer lo debido: llamar a la policía. Exacto, ¿que pensaban? No ibamos a ponernos los trajes de Batman y Robin y salir a repartir madrazos, ¿verdad? No somos ni tenemos deseo de ser heroes, y menos aun de tomar el riesgo de ser detenidos por golpear menores de edad.
Marqué el número de seguridad pública, y la sorpresa de la noche fue que no entraba la llamada, no sé por qué. Ya no pudimos hacer nada, mas que esperar a que por si solo concluyera el numerito. Unos corrieron a un lado, los demás al otro, y al poco rato regresaron y empezaron a lanzar cosas a la casa donde horas antes se suponía que estaban conviviendo alegremente.
Luego, el silencio. Al parecer nadie mas quiso dar aviso, pues no llegó una patrulla nunca. Hasta hoy mismo a mediodía se notó actividad de nuevo, al salir los vatillos a barrer y recoger el desorden en la calle y su casa. Al ver eso, pienso dos cosas: en la increíble chinga que les pondría de ser yo su padre, y en lo equivocado que está el sistema de justicia en México al mantener esa estúpida creencia de que un individuo menor a los 18 años no tiene amplio conocimiento del bien y el mal, ni del alcance de sus acciones. Si no atacan y castigan rigurosamente el crimen cuando está en sus raíces, ¿como desean hacerlo cuando está ya en su máximo esplendor?
Ojalá alguien lo piense y se decida a tomar responsabilidad de ello. Quién sabe cuántos de esos adolescentes peleándose en fiestecitas sean los secuestradores y narcotraficantes del mañana. Demasiado revelador, ¿no? Las famosas pedas no siempre son de cosas chuscas y tipejos riendo enajenados sin pelearse, como en los anuncios estúpidos en la T.V. donde nos restriegan una u otra marca de cerveza. Y quiero aclarar que no es que sea un mojigato (y quienes me conocen en persona saben que no) o alguien en contra de las reuniones y el desmadre. Pero aún agarrando el pedo hay ciertas reglas; como decían los de Control Machete: "la cheve en la mano, y el desmadre ORGANIZADO". ¡Salud por eso!










