Alexander Strauffon



9 mar 2020

El mes de marzo en lo personal

 Relatos Recuerdos Criticas   

Al nombrar una particular época del año, no falta aquél que le atribuye cosas ya sea buenas o malas. Como si de manera inherente tales días o meses, o tal estación, tuviera por arte de magia o predestinación alguna especie de aura o suerte ya antes cargada. Los que creen eso suelen ser muchas veces los mismos que salen con esa simplonada en las redes sociales de decir "Mes que va entrando, ¡Sorpréndeme!" como si el mes fuera una entidad consciente.

Yo no soy de esos, pero si juzgo de forma fría e imparcial, no estoy libre de mancha ahi. Puesto que una de las cosas que creo en cierta medida es en la suerte, porque si vieran la que me cargo, entenderían que sería difícil no creer. Las situaciones que me han pasado donde se doblan las circunstancias para mal son entre cómicas y enfurecedoras. Tampoco son al nivel máximo esas tragedias (o no estaría aquí a estas alturas contándolo), pero no son pequeñeces tampoco. Y por mas que me resistía a verlo, tenían algo en particular: pasaban más en el mes de marzo, o sobre situaciones que fueron emprendidas o echadas a andar en marzo.

Mi aversión a dicho mes del año ha existido por algún tiempo. Mientras que a otros los veo traumados con enero y su famosa "cuesta", a mi no me ocurre, porque no gasto de más ni ando queriendo quedar bien con regalos y gastadera con gente a la que al final no le importo. En cuanto a febrero, del cual he escrito ya antes, de igual manera intento manejar de manera pragmática el que suele ser un mes de tremenda polarización, por aquello del día del amor, y el desbalance entre quienes se sientes contentos y quienes no.

Pero luego está marzo en particular. He analizado y me di cuenta que es un mes en el que cumple años gente que en otro tiempo quise con toda el alma y se portaron crueles e ingratas. Es, además, el mes en el que murió mi abuelo. Coincide también con la llegada de la primavera, la estación del año más sobrevalorada, desde mi punto de vista. Por estas cosas tal vez, y otras más que no logre recordar de momento, puede que tenga una especie de predisposición a que las cosas salgan mal. Quién sabe. Y bueno, no es que el resto del año sea miel sobre hojuelas, siendo franco.

Sobre esas situaciones de mala suerte supongo escribiré sobre ellas alguna vez en conjunto, ya que solo las he mencionado en escritos aquí y allá de forma velada, hace años. Y supongo que habría que dejar constancia pública de ellas y no esperar hasta que escriba mis memorias. Nno estoy diciéndolo solo porque sí, ¿eh? En verdad sí planeo escribir mis memorias. No porque vaya a publicarlas ni nada, sino que... bueno, eso también es tema para otro momento.

Pero bueno, lo que queda en cuanto a dicho mes es que cada vez que llega, sea un poco más cauteloso de lo habitual. Sin dejarme sugestionar como ocurre con tantos otros, esperando a la vez la llegada del tiempo del año que sí me gusta y suele tenerme de mejor humor: el otoño y el invierno. Ya sé, ya sé, para muchos suele ser el verano porque les recuerda la niñez y vacaciones largas, o las salidas a playas, o a campamentos. Y verán, viví todas esas cosas que acabo de mencionar, de hecho. Pero esa misma suertecita que me cargo ahí estaba como mi fiel acompañante. Y digamos tan solo que no fueron vivencias tan gratas como lo son en los recuerdos de otros.

¿Y tú, lector? ¿Alguna temporada del año en particular en que te sientas mal, o por el contrario, en que te sientas con tremenda suerte?

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27 feb 2020

Tipos de personas indiscretas que más odio

 Relatos Recuerdos Criticas   
Hay que reconocerlo: en todos nosotros hay un cierto nivel de indiscreción o imprudencia, alto o bajo. A veces estás distraído porque te consume el montón de cosas fastidiosas y/o horribles de esta vida y no puedes evitar decir o hacer algo que debías evitar. O puede que al calor del momento, por ejemplo enmedio de la plática en una fiesta, tu lengua se suelta y vas y cometes tremenda estupidez. Peor aún: la mayoría de esos errores terminan incomodando (o de plano jodiendo) a otra persona. Bueno fuera que quien sale con la indiscreción se jodiera a si mismo, pero no.

Como dije, se entiende que hay un cierto nivel de esto en cada uno y a veces se cometen errores sin intención. Pero otras veces te topas con gente que lo hace de manera continua, y saben que hacen daño. Y aún así, ves que no hacen nada en absoluto por corregir eso, y algunas veces hasta lo toman ya como una gracia, el ser así. Esto hace que mas de uno piense que lo están haciendo adrede. Ah, pero aún así, siguen visitando o teniendo trato con ese familiar o amigo peculiar que saben que no tiene filtro. Y de esa manera terminan volviéndose parte del problema. Si no cortas la parte que está podrida, no te quejes del olor y la posterior podredumbre que te llegues a topar. Coherencia, por favor.

Y si tratara de nombrar a todos los tipos de gente así, se me pasarían muchos, sobre todo porque (por fortuna) no me he topado con todos ellos. Pero sí quiero compartirles aquellos que he visto en acción, cagándola ya sea en algo sobre mi o sobre alguna otra pobre víctima que ahí estaba. Estos son algunos de ellos:

El que sale con indiscreciones tuyas frente a tu pareja, o sobre quien aún te duele

Comenzamos con ese tipo de personita que de ley todos conocen, si no en sus propias vidas por lo menos en las de los demás. De hecho en la serie Friends, una serie que es de mis favoritas de todos los tiempos, pero que también critiqué alguna vez por sus puntos malos, viene el arquetipo de ese odioso ser personificado en Phoebe. Siempre con sus comentarios fuera de lugar donde la pareja de alguien se iba a terminar enojando.

Por supuesto que solo la gente que vio la serie recordará eso, pero dejándola de lado y siguiendo con el tema en si, la persona imprudente de la que estoy hablando siempre va a salir con cosas del tipo "Oye, ¿y sabías que me topé a tu ex y bla bla bla?" en presencia de la pareja actual. O va más allá, como recordando viajes, eventos, y cosas que viviste con tu ex, mientras que aprietas los dientes y abres los ojos como si te estuviera dando un ataque epiléptico intentando que se calle.

Ah, y ni se te ocurra permitir que esa persona sepa cosas actuales tuyas que harían que tu pareja empiece a fastidiar. Por ejemplo, si tienes a alguien que es tu pretendiente en la escuela o el trabajo (aunque no le hagas caso y no estés siendo infiel ni nada por el estilo). Si esa personita idiota indiscreta lo sabe, "se le va a salir" la próxima vez que los vea a ti y a tu pareja juntos. Varias veces es alguien con intención de causarte problemas y hasta que te separes de con quien andas, pero otras en realidad no obtiene ningún beneficio, y lo hace tan solo por causar el daño.

Esta persona no se limita a sabotearte cuando traes pareja, o cuando ésta te acompaña. Porque también tiene otra forma particular de fastidiar: mencionándote a tu ex cuando sabe bien que aun le extrañas, o que te duele recordarle. O incluso preguntarte si no has sabido de el/ella o si se han topado de nuevo desde la separación (como si le importara).

El que te intenta comprometer o joder en el trabajo

A ese los que somos solteros y sin hijos lo identificamos a la perfección. Si alguna vieja de la oficina está pidiendo cambio de turno o día libre por alguna cosa relacionada a sus dramas familiares, casi todos derivados de esos hijos que uno no le obligó a que tuviera, anda cazando a ver a quién se chinga. Y bueno, el indiscreto será o algún compañero de trabajo o el jefe mismo. Así sin agua va salen con: "Oye, este cabrón no tiene hijos y tiene libre ese día, te lo puede cambiar", y ahí viene la monigota haciendo su jeta de sufrida hasta tu lugar, queriendo hacer que te sientas culpable. Y todavía el idiota que te está queriendo comprometer remata con un "¿Sí se lo puedes cambiar, no? Ándale".

Yo una vez tuve una discusión fuerte así en un trabajo, con el jefe y una compañera que estaba embarazada. Ni me acuerdo por qué motivo tenía que faltar o cambiar turno, pero no tenía que ver con el embarazo ni una cuestión urgente o siquiera de alguna cita médica o algún trámite importante. Era una necedad. Y luego de hacernos de palabras y que me mandara llamar el jefe aparte, le tuve que decir al cabrón tal cual: lo que ella quiere no es por una urgencia médica o la muerte de alguien, y no porque ella tenga hijos y yo no tiene que darle preferencia. Yo también necesito tiempo libre, también salgo a divertirme, también duermo, como, y cojo. A veces poco en dos de tres de esas, pero lo hago, y necesito mi tiempo para hacerlo. Al final alguien más le hizo el cambio, y acabé siendo el mal visto ahí, por supuesto. Pero bueno, no es la primera vez que he acabado en malos términos en un trabajo, y si era algo en lo que tenía la razón, no tenía por qué doblar las manos.

El que quiere sacar el tema de tus finanzas e historial académico o de empleo en público

No me alcanza el idioma, y pudiera saberme todos los otros idiomas del mundo y hasta las lenguas muertas, y créanme que no tendría palabras ni el sánscrito, latín, o hasta sumerio para expresarles cuánto odio a esas personas. Se los digo sin empacho: cuando salen con su estupidez malintencionada, porque con ellos sí es con mala intención el 100% de las veces.

A ver si no les suena familiar esta escena: estás en la reunión de generación de lo que sea: secundaria, preparatoria, carrera. Y alguien, que nunca fue íntima amistad tuya, de volada empieza a preguntarte: "Oye, ¿y dónde estás trabajando?" seguido de un "¿Y qué tal pagan ahí, que prestaciones tienen? Porque he escuchado que bla bla bla". Es que en serio, qué carajos le va a importar si gano una montaña de dinero o si en realidad estoy en un empleo donde me están pagando con cacahuates (ya me auto-madreé y me dije elefante solo). ¿Me va a hacer mi declaración de impuestos, va a hacerme una oferta de otro lugar y puesto con una paga mucho mejor, o me va a proponer que robemos un banco, ya que estamos igual de pobres? Pues no.

La ausencia de sentido de esas preguntas son equivalentes a la carga de mala intención que tiene el que las hace. Lo que quieren esos que te preguntan dónde trabajas, o qué estás estudiando (cuando eres muy joven), y cosas así, es hacerte tambalear, que te sientas menos frente a ellos u otros, y que sientas que acaban de forzarte a un juego de comparaciones en donde eres el que sale perdiendo. He tenido que lidiar con este tipo de personas de lengua suelta, y suelen ser una combinación de lo que acabo de mencionar con aquellas que comenté antes que te preguntan sobre tus ex o te las recuerdan adrede.

Los que te preguntan, o hasta discuten en público, sobre tu salud

En temas de salud, como vengo de familia de médicos y enfermeras, no soy tan privado como otra gente. De pronto puedo hablar de cosas mías entre un grupo de personas de manera natural porque me acostumbré a oir esas pláticas entre mi familia. Pero sé que mientras que algunos comentamos sin problema de cuándo fuimos al doctor, que en tal día fuimos a algún estudio y demás, para otros es un asunto que quieren manejar de manera más discreta. Ah, y no crean que por ser yo así de abierto no tengo limites. Por supuesto que hay ciertas cosas que no quiero que se hablen de mi con cualquiera o en todos los lugares.

Pues aqui es donde hace su entrada triunfal el imbécil que de pronto menciona tu diagnóstico o tu problema por el que tuviste que ir a consultar, en alguna reunión familiar o de amigos. Algunos fingen estar intentando ser discretos, ya saben: "Oye, ¿fuiste ya a... ya sabes?", para que de inmediato los demás presentes estén preguntando de qué se trata. U otros que de plano no le disimulan ni tantito: "¿Sí se te quitaron ya los hongos con la crema?, ¿Sigues teniendo los síntomas aquellos? (porque vi en la tele que pudiera ser tal cosa), ¿Se te quitó lo del estómago que traías?, etc".

Y para el que quiera defender a esta gente diciendo que tal vez están preocupados por ti: es distinto que te pregunten de forma simple si te sentiste mejor o si ya andas bien, a que digan tu padecimiento o problema en específico en un lugar donde otros lo oyen. Ah, y a veces algunos de estos se justifican a si mismos diciendo "Pues qué tiene, todos somos humanos, todo mundo se enferma o le da algo". Pues sí idiota, pero el concepto de privacidad existe por algo. Todos hacemos caca, y no por eso quiero que anden hablando de la mía o contando de cómo huele o mostrando fotos o dando datos de su consistencia y frecuencia. Así igual con las demás cosas. No es tan difícil de entender.

...

Esos son apenas algunos, porque como dije, hay demasiados y no me ha tocado vivir todos los escenarios posibles, obvio. Pero con los que me ha tocado lidiar es suficiente. Lo que me queda por sugerirte, lector, es que si te topas a alguno de esos, no les tengas consideración. Poner distancia es lo mejor posible. Porque no van a cambiar, no valorarán la tolerancia que les has tenido al paso de los años, y créeme: eres tú el que pierde.

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17 feb 2020

Los Magos


Cuando se habla de magos, hay que hacer una diferenciación entre aquellos que forman parte de cultos o grupos que realizan prácticas involucrando creencias místicas, y los otros, que son profesionales del entretenimiento, prestidigitadores, expertos en trucos e ilusiones, o como se les desee llamar. Y de esos últimos es de quienes quiero hablar esta vez.

Cuando era un niño muy pequeño, una de las primeras veces en que me interesé en el tema de la magia por entretenimiento fue viendo a David Copperfield. De lo que más me impresionó fue cuando hizo su ilusión de hacer desaparecer la Estatua de la Libertad en la ciudad de Nueva York, truco que vi en una repetición tiempo después, imaginándome cómo habría sido cuando estaban transmitiéndolo en vivo.

Tiempo después, en las fiestas de cumpleaños de otros niños y las mías, odiaba que no fuera costumbre aquí la de tener un mago, y en vez de eso tener a un payaso genérico con sus botargas y su muñeco de ventrílocuo. Me habría sentido feliz de que me hubiera tocado un mago alguna vez. Uno bueno, no solo alguien que improvisara trucos fáciles de adivinar, como supe que le llegó a tocar a otros ver en fiestas ajenas. Quería algo espectacular, algo que me dejara pensando, algo que me hiciera cuestionarme incluso si lo que vi es real, aunque dentro de mí la lógica me dijera que debía haber una forma de explicarlo.

Me gustaba lo que hacía Mandrake el Mago al verlo en la serie Los Defensores en la tele, una de tantas series de los noventa que vi. Lo veía también en "los monitos", o tiras cómicas, que salían en el periódico los domingos. Por alguna razón no me decidí nunca a aprender trucos de magia, algo con lo que siempre me quedé con ganas de hacer. Ya otros gustos y aficiones ocuparon mi tiempo, pero nunca dejó de gustarme el tema. En la serie de televisión House M.D. hay un episodio donde atienden como paciente a un mago que hace trucos tan buenos que mi el mismo Dr. House logra explicar cómo los hace, y se dedica hasta el final a intentar sacarle la verdad al paciente sobre sus habilidades. También están las películas de Now You See Me, las cuales me encantaron al verlas. Y bueno, el tema sigue gustándome tanto como antes. Como dije, no aprendí nunca a hacer ni el más simple truco, así que me limito a ver a otros hacerlo, y a aceptar que mi único truco de magia es hacer rendir mi quincena hasta el siguiente pago.

Gracias por leer, hasta la próxima.

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30 ene 2020

Empatizando con el dolor

 Relatos Recuerdos Criticas   

Hace poco tuve una plática con alguien sobre cómo se manejan los incidentes dolorosos cuando le ocurren tanto a los demás como a uno mismo. Hablábamos de cómo la inevitabilidad de las cosas que ocurren en el curso natural de la vida sumado a la completa incertidumbre en que estamos sumergidos día a día puede crear a dos extremos: el que empatiza de más, o bien el ya insensibilizado. Y claro, de pronto ahí surge uno que otro que sí sabe equilibrar las cosas como son.

Me preguntó esta persona con la que hablaba cuál era el recuerdo más feo que tenía donde se tratara de alguien desconocido por completo que me hubiera causado pesar, y que tal vez se quedó conmigo por mucho tiempo. No tardé mucho en responderle que hay uno que hasta la fecha lo recuerdo de forma tan clara como si hubiera sucedido apenas ayer. Mientras que otros recuerdos de la propia vida de uno a veces van nublándose y cuando te vienen a la mente ya no tienen esa nitidez, hay otros que de plano se imprimen.

Este recuerdo del que hablo es de un incidente que ocurrió cuando estaba muy chico, apenas en la adolescencia (esos tiempos añorados). Iba a clases usando el transporte público, tenía que tomar dos camiones para llegar. Ese día era muy temprano; como 20 minutos para las 7 am. Acababa de tomar el primer camión apenas. De esas veces en que ves como un milagro (y un alivio a la vez) que no se llenara tanto, quizá porque otra unidad había pasado antes con un minuto de diferencia, o quién sabe. Pude conseguir un asiento y, como suelo preferir, fue el de la ventana.

No teníamos ni 10 minutos de avanzar cuando llegamos a un cruce donde había antes un monumento de cierta figura pública, una estatua, a contraesquina de una gasolinera. Cuando estábamos acercándonos a la altura de la estatua metálica de expresión perturbadora, empecé a notar algo de conmoción en la gente que iba en el camión y se empezaron a asomar por las ventanas. Esto me sacó de la que era mi costumbre cada que iba en el camión o en el metro: perderme en mis propios pensamientos. Y me sacaron de golpe de ellos, porque unos decían tal o cual expresión de asombro ya fuera maldiciendo o con expresiones religiosas. "Un accidente" - decían - "Atropellaron a alguien".

Cuando estábamos ya justo ahí, el camión se detuvo unos instantes, tanto para subir gente como también por el tráfico. El cuadro era triste y horrendo a la vez. Había un montón de gente y un camión ya vacío algo más adelante, aquel que había atropellado a la víctima. Los pasajeros se habrían bajado y mezclado con los demás curiosos que se acercaron. En la calle y subiendo a la banqueta, un rastro de sangre que llegaba hasta la persona ya sin vida: una chica muy joven en uniforme escolar, tendida ahí a lo largo. Y junto a ella y sujetándola, el padre. "¡Hija, hija!" gritaba el pobre hombre alargando la palabra hasta que su voz se convertía en un chillido. El rostro se le desfiguraba casi por lo rojo que estaba y la forma en que abría la boca a mas no poder e incluso soltaba saliva. Volvía a gritar enmedio del llanto y a veces el grito se oía como si hiciera gárgaras, de una forma que me dio tremenda pena y escalofríos.

El camión avanzó y dejamos atrás la escena. Fui a clases y ya después no supe mas del asunto. No busqué en las noticias ni nada, pero la escena se quedó conmigo hasta el presente. Otros tristes recuerdos me afectaron en aquellos tiempos, como un amigo que murió y el accidente de una chica que me gustaba. Pero este caso tenía la particularidad de que me hizo empatizar con un desconocido y su dolor, magnificado hasta el punto del infinito. No le conocía a él ni a su hija. No podiá saber cómo era el papá como persona, o cómo fue ella durante su corta vida. Solo que sentí su dolor tal cual, como si fuera propio. Empatizando con el dolor que era el conductor de semejante shock. Y así estuve por un tiempo, con esa penosa imagen en la mente, reflexionando sobre ese incidente que se añadió al archivo de otros, y sobre el azar mismo que nos gobierna y nos impide tener la certeza de las cosas que tanto desearíamos. Una más de las cosas que reafirma algo que hasta la fecha sigo diciendo: qué injusta es la existencia, con su cláusula de vejez y muerte obligatorias, pero no solo eso, sino la imposición de una incertidumbre que nos gobierna. Cláusulas que no se nos permite cuestionar y mucho menos saber el porqué de ellas.

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17 ene 2020

La vecina de la tiendita

 Relatos Recuerdos Criticas   
Hay una persona en particular que nombré tiempo atrás en algunos posts que escribí. Les hablo de la señora dueña de la tiendita a la vuelta de donde está la casa donde crecí. Recuerdo que empecé a ir cuando abrió la tienda, que fue cuando yo tenía como 9 o 10 años de edad. Pronto fue ya conocida de todos los vecinos, incluyendo por supuesto a mis padres, y ya era común y conveniente ir ahí, por su cercanía. 

A medida que fui creciendo y atravesé la adolescencia, la señora de la tiendita estuvo ahí. He de decir que sí tomábamos muchos a broma el evidente gusto por el chisme que tenía. En ocasiones se enteraba de cosas mías y de otros tan rápido que decíamos que parecía la mismísima internet. Me preguntaba o de plano opinaba ya de forma directa cuando se enteraba de que andaba yo con tal o cual chica de la colonia, o que mínimo había salido con ella. No me lo tomaba a mal; a otros les puede sonar invasivo y grosero, pero ya a ese tiempo llevábamos construída una confianza mutua en que podiamos decirnos y aconsejarnos cosas: ella sobre mi vida social, y yo a ella sobre sus cuidados relativos a su salud, y de pronto algún debate sobre algún tema discutido sobre el mundo en ese momento.

La señora era viuda, y cuando se quedó sola en casa y a pesar de los cuidados de su hija mayor (quien vive por su cuenta) se vio en ella un cambio tras esa aparente fuerza y aguante que quiso mostrar siguiendo aún con su tiendita siempre abierta, se notó en sus ojos cuando se rindió. La señora falleció en tiempo reciente, luego de estar hospitalizada tras complicaciones de salud. No seguía las medidas para cuidarse ya. Yo solía decirle "Mire, usted y yo somos camaradas, ¿a poco no? En ese plan y confianza le digo, haga caso a lo que le recetan y le indican". Me decía que sí, se sonreía, y demás. Pero es claro que su decisión estaba tomada ya cuando se dejó ir. Quién sabe qué tantas cosas habrá reflexionado para llegar a tal punto.

Cuando se va alguien con quien interactúas de forma constante y que ha estado ahí en eventos de tu vida, es un pequeño pedazo de ti que se va también, es lo que siempre he sentido. Y no siempre es un familiar o un amigo cercano, a veces son esos personajes que son los actores de reparto en el largometraje de tu existencia. Me llevé bien con ella, reíamos y bromeábamos cuando iba a su tienda a comprar algo, y creo que le escuché y le aconsejé hasta donde pude. No fui a su sepelio; tengo ideas particulares sobre los funerales y gente que va a ellos, y me parece mejor recordarles como eran aún vivos. Y claro, recordar los momentos agradables con ellos.

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27 dic 2019

En lo que nos hacen creer

 Relatos Recuerdos Criticas   
Cuando ocurre alguna festividad, creo en ser pragmático al respecto y sacarle el mayor provecho posible. Renegar sobre algo tan extendido o establecido puede tener una justificación, no digo que no, pero es mejor que escojas tus batallas.

Lo que sí es que a pesar de saber imitar a un camaleón en ese tipo de fechas y reuniones, debo admitir que es un alivio cuando éstas pasan. Y una de las mayores razones es para ya no ver gente creyendo en cosas que dentro de sí saben que no son reales, pero no solo eso, sino también verles inoculando esas creencias huecas a otros, particularmente los niños.

"Oh, son sus hijos, tú que sabes", pues sí, lector ficticio quejoso salido del éter. Serán sus hijos, pero es un solo mundo para todos. Vi un meme donde decía que no debes decir nada de que se le enseñe a los niños creer en Santa Claus y en el "Niño Dios", si de adultos ellos mismos creen en homeopatía y Flores de Bach y cosas absurdas así. No se les ocurre pensar que esos niños a quienes se les metieron esas creencias son los mismos que de grandes se convierten en los seguidores de esas otras tonterías que están criticando. En resumen, quien creó ese meme se disparó en el pie, como tantos lo hacen.

Por cierto, qué curioso que a su propio dios que adoran lo conviertan en un repartidor de regalos para niños, ¿no creen? Los gringos por lo menos señalan a Santa Claus como alguien delegado por el Gran Jefe para esa labor. Acá en México y creo otros lugares de latinoamérica no, acá es el mismísimo ícono religioso al que le atribuyen todo el poder quien se vuelve niño cada año y termina reducido al nivel de un repartidor de servicio de mensajería. Excelente enseñanza y de coherencia perfecta para los niños, eh. Ah, y ni hablemos del complejo a siempre tener algo de menor calidad que aquello que tienen los de Estados Unidos. Tan solo piensen esto: para los niños que pierden sus primeros dientes, allá es El Hada de los Dientes o Tooth Fairy, pero en latinoamérica es un ratón. Un maldito ratón. Allá una mujer que casi siempre la representan joven y hermosa, acá una plaga roedora que solemos perseguir y matar cuando se mete en nuestras casas.

Por lo pronto, luego de que las fiestas se terminan, sabemos que todo vuelve a lo que consideramos la "normalidad". Ya saben, esa donde la gente cree en cosas como el amor, el altruísmo, que los activistas por causas ambientales y por grupos vulnerables lo hacen de forma sincera y para nada tienen un motivo oculto, etcétera. Ya saben, esas cosas que sí son muy, muy reales. Claro que sí.

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13 dic 2019

El paquete perdido

 Relatos Recuerdos Criticas   
El otro día le envié un paquete a mi hermano a la ciudad donde vive. Me pasó la dirección exacta y le dije cuándo se lo iba a mandar. Hice luego lo que muchos acostumbran hacer: buscar el lugar más cercano para hacerlo, lo cual es un grave error, debo decir. Y vaya que terminé arrepintiéndome.

La oficina de la compañía de mensajería a la que llegué es pequeña, de esas que uno diría: "ésta es una mini-franquicia o algo así". Está en un edificio de locales y bodegas en un espacio pequeño, y suele haber no más de 3 empleados ahí, muchas veces está atendiendo una sola persona. Ya la había visto antes y una vez hice un envío ahí que llegó sin problema, de una cosa que no valía mucho, eso sí. Esta vez lo que iba a mandar sí era de valor y por flojo (diciendo que era por ser práctico, pero en realidad por flojo) pensé que el mismo lugar estaba bien.

Llegué y quien me atendió fue una empleada que en esos momentos estaba sola. La describiré advirtiendo a los muy sensibles que es necesario para la historia para que entiendan por qué terminé sintiendo mala espina. Es de esas gorditas cachetonas que su expresión normal es la de bastante encabronada. Que ya hasta que les hablas notas que tal vez no está tan enojada como parece. La raza mamona a veces le llama a eso "cara de bulldog", jaja. Esas personas tienen la peculiaridad, tal vez lo hayan notado, de que solo dos expresiones faciales se les distinguen bastante y hasta resaltan: la de encabronamiento que ya mencioné, y la otra es la de burla o la de "te estoy jodiendo".

Cuando llegué y la saludé, le mostré lo que iba a mandar. Empezó a hablarme en tono de cajera de tienda que quiere apurar la fila, aunque aquí no había nadie mas que yo. Acababa de irse una chica que estaba antes de mí, y después ya quedamos solo la empleada y yo. Continué siendo cortés hasta el final. Le di los datos, me preguntó si quería que fuera envío normal o express. Vine escogiendo el normal, me advirtió que se tardaba más días, le dije que estaba bien, y terminando la transacción me fui. Y justo cuando estábamos en los últimos pasos es cuando noté el cambio de expresión facial que les decía hace un momento: esa sonrisa cínica disimulada y los ojos entrecerrados. Me revisé de forma discreta en un espejo a ver si traía un moco colgando o algo en la cara o el pelo, pero no. Me vi en el espejo y dije: pues feo como siempre, pero nada fuera de lo común.

La tipa me sigue atendiendo ahora sí sin quitar esa expresión de burla para nada. Me acordé de tiempos de cuando estaba chavillo que un par de veces a gente que estaba viéndome así les menté la madre y les hice pleito incluso. No iba a ser aquí el caso, claro, pero si me preguntaba si preguntarle si había un problema o algo. Al final no lo hice, y al salir todavía su "gracias, que tengas buen día" lo dijo con la misma jeta.

Cuál va siendo mi sorpresa de que el paquete resultó perdido. Y digo perdido porque según señalan los de la mensajería y en cierta forma tienen razón, de manera oficial eso es. Pero yo sé bien lo que pasó, y es lo mismo que quien esté leyendo esto va a pensar: fue robado. Esa vieja se lo robó. Desde el momento en que mi hermano me comentó que no llegó como se esperaba. Y es casi seguro que la expresión en su rostro que tanto he mencionado ya es porque no podía ocultar el gusto de lo que iba a hacer, la muy desgraciada.

Claro que lo siguiente es que fui y reclamé, sin acusarla. No me voy a la respuesta emocional directo, como mucha gente hace. Sobre todo sin tener pruebas y solo conjeturas, por mas certeras que estas sean. Seguí el proceso larguísimo incluyendo darles la oportunidad de "investigar" a los del departamento del número 800 al que tuve que llamar. Al individuo que me dijeron que sería mi ajustador sí le comenté mis sospechas y toda la situación, le pasé fotos que tomé de la tipa y el nombre de ella, y describí el caso lo mejor que pude. Todo esto además de lo que tuve que describir y llenar sobre el paquete perdido en sí.

Al paso de tiempo de su dichosa investigación me enviaron ya lo del formulario de reclamo para el seguro, y no les miento, me sentí como si estuviera haciendo el trámite de Pasaporte o el de Visa Americana. Tal documento es necesario, ahora tal cosa también, y así en un proceso que como muchos sabemos es el que siguen muchas compañías y hasta instancias gubernamentales a veces: fastidiar con burocracia para que la persona termine diciendo que todo se vaya a la mierda y deje el trámite pendiente. Buena estrategia, pero en mi caso, yo no quito el dedo del renglón. Y se lo dije al sujeto que me está atendiendo el reclamo: que si no se me reembolsa como debe ser, lo voy a escalar y ahora sí hacer el asunto más grande. Al momento de escribir esto, terminé ya la última papelería y en espera de que se cumplan los días de margen que piden.

De vuelta con lo de la tipa de la sucursal, mi paranoia aunada a mi completa decepción de la especie humana (y razón por la que ya me rendí y abandoné muchas cosas que involucren tratar a otra gente, pero esa es otra historia) me llevó a empezar a sospechar sus motivos. Sabemos que la explicación más simple suele ser la correcta, pero a la vez, no en el 100% de los casos, y cuando se ha tratado de mí de repente me he topado con algunas cosas fuera de lo que uno se esperaba. Así que con esa sospecha en mente, quise sacar lo posible de la tipa en cuestión.

Fui a la sucursal de cuenta a platicarles de cómo iba mi reclamo fingiendo que para nada pensaba yo mal de los empleados de ahí mismo, y aparte de las fotos y video que tomé de la mujer, logré conseguir su nombre y otros pedazos de información. Quienes me conocen saben que en otro tiempo trabajé en giros donde tan solo digamos que te enseñas a revisar los antecedentes de la gente y encontrar lo que no está a la vista. Eso hice, pensando que tal vez sería tan estúpida como para mostrar en redes sociales lo que se robó, como hacen otros ratas. No encontré todas sus redes, y no hallé evidencia visible tampoco. ¿Por qué la actitud de burla? ¿Por qué esa sonrisa clavándome la mirada sin preocuparse de disimularle tantito?

De inmediato pasé al siguiente pensamiento: no fue por el valor de lo del paquete. Sería tal vez que la empleada es amiga de una persona del pasado que me tiene algún resentimiento o de plano odio. Y ahí es donde me topo con algo más difícil de resolver, porque cuando de gente que me odia o le caigo mal se trata, no está muy fácil. Desde aquellos con quienes el pleito está más allá de todo arreglo, de quienes hay más de uno. hasta quienes hasta la fecha les tengo extendida la mano ofreciendo paz. También pasó de mi mente si se trataría de alguien de algún lugar de donde salí enmedio de conflictos y con otros de por medio cayendo. O quién sabe.

Pueden muchos decir, y lo comprendo si así es, que es muy elaborado todo esto. Lo que me llevó a plantear la hipótesis de que fuera una conocida de otra persona relacionada conmigo surgió por experiencias pasadas donde así resultó ser, y lo raro que me parecía, repito, que tuviera esa actitud de no disimular ni un poco, como queriendo que supiera que lo que vendría en el futuro sí habría sido ella quien lo cometió. Aún así, sé que sigue viéndose improbable para la mayoría. Yo mismo lo señalé al decir unos párrafos atrás que sé que la explicación más simple suele ser la correcta. Pero aún así, qué les puedo decir, el obsesivo en mí se pregunta si hay algo más ahí y se trata de alguien que de pronto me reconoció de algo y dijo "aquí me lo chingo", o tan solo fue alguien que no supo disimular el gusto de hacerle el mal a un desconocido y sacar provecho.

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