Alexander Strauffon



23 may 2020

Cuando me preguntaron por qué no me volví guapo

 Relatos Recuerdos Criticas   

El que alguien resulte atractivo depende de varios factores. Si éstos juegan a su favor, atrae. Así de simple. Y esos factores pueden ser relacionados a su físico (donde la genética juega un cierto papel), a sus habilidades sociales, sus valores como persona, sus logros comprobables en la vida a ojos de los demás, su cultura y nivel académico, y otras cosas. El que sabe malabarear de forma inteligente lo que le tocó desde un inicio y lo que ha sabido adquirir, llega a atraer a otras personas.

Y vaya que todos conocemos ejemplos de eso, donde incluso alguien sin demasiado atractivo físico lo compensa con otras cosas y su vida amorosa es un éxito. Otros que salieron con la bendición de un atractivo físico extremo, y con los demás atributos mencionados desarrollados a medias o apenas a nivel aceptable, y por último (y ahí sí es algo que no todos han llegado a ver), alguien con un atractivo físico increíble que además tiene todas o la mayoría de esas otras cualidades, y es prácticamente como toparte al Ave Fénix, a la Zarza Ardiente del Antiguo Testamento, el legendario Unicornio, el Duende del Arcoiris con todo y la olla llena de oro; la aparición más inesperada e increíble que en la vida te esperarías.

En mi caso en particular, lo diré tal cual: soy feo. Ni modo, así nací, y al menos estoy consciente de ello. Porque ya ven que algunos feos por ahí al parecer no les llegó el memo o la notificación avisándoles, y por alguna razón, los cumplidos de su mamita o no sé, se creen guapos o guapas. Como decía, me tocó ser feo, pero a la vez no al punto de horrendo. Entre distintos sondeos de opiniones de terceras personas a la par de verme a mí mismo en el espejo, incluso logré hallar la media estadística de qué calificación me solían dar en la famosa escala de 10. Aclaro: no me gusta esa escala para calificar como si la gente fuera un producto y no soy de los que la usan para describir gente, pero en esta ocasión me permitiré usarla para facilitar las cosas. Al parecer mi rango en la adolescencia y justo terminándola fue 6.5 a 7, y ya tiempo después y considerando que por mi propia culpa me descuidé, en la actualidad y con peso de más, me han dicho que soy un 5 (quizá 4.5 y se redondeó, ja) de 10. Así que si lo trasladáramos a términos de comida, yo habría sido un platillo de esos que suelen decir "no me agrada, y no se me antoja, mejor paso". No lo que querría, pero tampoco era un "guácala, esto me hace vomitar". Y no me quejo con la suerte que me ha tocado en ese plano en la vida; antes bien, agradezco tanto las experiencias que me han tocado en la vida y las mujeres que han estado involucradas en ellas, y que eligieron mi compañía y brindarme la suya.

Claro que lo anterior no significa que durante la vida no me haya imaginado, como le pasa a muchos alguna vez, cómo sería ser guapo. Y no me refiero solo a alguien muy bien parecido, sino ser de plano un tipo con la bendición de Eros mismo, una copia clonada de Adonis, una fábrica de gemidos y entrepiernas mojadas con tan solo mi presencia. Y no he sido el´único, pues un par de personas (tal vez unas más que se me estén olvidando) me llegaron a plantear lo mismo. Llegaba algún consejo aquí y allá preguntando: oye, si hicieras esto te verías mejor", y cosas por el estilo. Pero fue cuando llegó una chica exuberante a plantearme cosas más claras y directas sobre el asunto.

La chica de la que hablo es alguien que de amiga pasó a lo opuesto y hasta a hater, pero eso es otro tema. Sin haber tenido nada íntimo que ver, vaya que llegamos a tener historia, la cual comenzó como compañeros de trabajo y luego amigos. En ese entonces, el lugar donde trabajaba solía de pronto tener a algunos empleados y empleadas que sus papás de dinero les habían forzado a entrar a trabajar ahí, para que mínimo se pusieran a hacer algo y supieran lo que era trabajar. Ella era una de esos, los hijos e hijas de ricachones. Entramos al mismo tiempo a trabajar y a la misma área, y congeniamos luego de darnos cuenta que ambos veníamos de familia de médicos, en el caso de ella era su mamá la doctora y un sinfín de tíos y primos suyos. Gracias a eso, se sentía cómoda platicándome temas médicos, y en particular sobre dos cosas que tenían su interés: la bariatría, y la cirugía plástica en general.

Para entonces ella solo se había hecho una cirugía: la rinoplastía. Y no es que tuviera necesidad de nada más, porque como dije, era muy atractiva y exuberante. Ese es el término que usé antes al inicio de este relato, pero déjenme lo aclaro para que no se preste a dudas a qué me refiero con exuberante: tremendas y lllamativas tetas, nalgas, y bonitas piernas. Llamaba la atención de muchos. Pero aún así, era de esas que siempre estaba hablando de qué cirugías le gustaría hacerse, y aún estando muy joven en ese entonces, quería ya tener planeado qué corregirse a medida que fuera cumpliendo década tras década de edad.

La vez que esta chica se decidió a hablarme de mi físico, ya había suficiente confianza. De esas veces que en un trabajo tienes un grupo de compañeros que aunque no son tal vez amigos entrañables tuyos, son al menos camaradas con quienes sales alguna vez y te llevas bien. En una de esas veces que salimos los de ese grupito del que hablo, ella me habló aparte y surgió entre la plática el tema de la gente atractiva, y me dijo que a como me veía, que ella consideraba que de solo hacerme una rinoplastía, y el otro procedimiento, la bichectomía, donde entran por el interior de la boca y extraen las bolsas de grasa de las mejillas para hacerte la cara "afilada", y que con eso para ella yo sería, en calificación, un 8 y muy posiblemente un 8.5, en la ya mencionada escala de 10. Y se le hacía raro que no me hubiera decidido a hacerlo, se preguntaba cómo es que no.

Aquí mucha gente se ofendería; aunque suelen ser más sensibles a comentarios así las mujeres que los hombres, pero de todos modos les cala. Conmigo no fue así, porque ya la conocía a ella y su forma de expresarse lo suficiente para saber cuándo quería ser hiriente o grosera y cuándo no. Era su forma de hablar y decir las cosas. Y ya sé, antes de que alguien lo diga: sí es en cierta medida superficial el andar calificando a la gente con números sobre su atractivo. La razón por la que lo he señalado en este relato es porque, aunque sea una mala costumbre, hay que aceptar que ha sido algo muy visto y más en otros tiempos de varios años atrás. Calificamos todo, lo admitamos o no. En fin, tenía ya ahí a tremenda chica super sexy diciéndome que a sus ojos (y por ende, de otras) podría dar un considerable salto a gustar más con un par de cosas corregidas, cosa que no ocurre con otra gente que le tocó una suerte distinta y sí necesitarían, si quisieran hacerse correcciones, mucho más que solo dos cirugías.

Esto ya pasó hace tiempo. Le contesté alguna respuesta sacada de la manga, y dije sobre su consejo que lo pensaría, y sí lo hice. Nunca me hice procedimientos estéticos. Cuando necesité operarme la nariz, fue por razones de validez médica, y no quise que incluyera la corrección exterior a la hora de corregir el tabique, o sea la rinoplastía en vez de solo la septoplastía. Costaba más, aunque pudiera haber asumido el gasto, lo sé. Pero no lo hice, y bueno, el cambio que ha ocurrido con los años ha sido para mal, el que le ocurre a muchos: el peso. Así que como cada cierto tiempo, me acuerdo de esta chica y aquella sugerencia que me hizo, y sí me doy el tiempo de preguntarme: ¿por qué, eh? ¿cómo es que no me animé en el pasado y aún ahora no solo a buscar tener un cuerpo esbelto y bien trabajado, y una que otra cosilla de cara tal vez? Vaya que habría facilitado mucho las cosas, y entre más pronto haberlo hecho en la vida mejor. No solo para ligues y eso; sabemos que, digan lo que digan otros, a la gente atractiva la contratan en buenos puestos de trabajo más fácil, son más permisivos con ellos en trámites de todo tipo, y el trato en general. Sí, sí, sé lo que van a decir algunos: ellos también tienen otro tipo de problemas. No dije que no los tuvieran, pero ya eso es otro tema.

Así que ahí me tienen con esa duda desde entonces, y en tiempos actuales de vez en cuanto. La misma pregunta que la chica me hizo, que se reduce en: "¿Por qué no te decides a volverte guapo?". La primera respuesta es que no lo hice por apatía. Yo digo las cosas como son, no ando adornándolas o buscando pretextos o culpables en situaciones donde en realidad el único culpable es uno. Me faltó decisión y me fui al pensamiento flojo de que mientras las cosas me funcionaban sin eso, ¿para qué hacerlo? Ahora sé que otros caminos se habrían abierto, y no solo entonces, aún ahora. Y con todo y que lo sé, ahí está todavía la conducta del no-cuidado. Aún sin que se tomaran en cuenta los otros "arreglitos", bien pudiera buscarse el cuerpo tonificado y fuerte, pero no. Vuelve a ganar la apatía y el pensamiento autosaboteador, a pesar de que en el pasado sí hacía actividades físicas mediante defensa personal, y me mantenía delgado. Esperando algún día luchar con eso y vencerlo, quiero de todos modos compartirlo a otros para que si tienen mayor voluntad que yo, y más aún, si están en una de las etapas tempranas de la vida, no duden en corregir esas cosas si pueden hacerlo. No esperen a después.

Confieso que sí me he imaginado cómo sería si fuera alguien galán, carita, un ejemplo de lo que un espécimen masculino quiere y debería alcanzar a ser. De esos que entran a un lugar y a fuerza les van a voltear a ver. De esos que causan que las mujeres se ponen a coquetear, descaradas (que por cierto, qué poca, eh. Pero bueno, es cosa que hacen hombres y mujeres por igual, lo sabemos). Me he imaginado cómo sería la reacción de algunas de las mujeres que conocí en el pasado al verme transformado, incluso de cómo reaccionarían o qué dirían miembros de familia, gente del trabajo, etcétera. El asombro luego de verme llegar cual monarca espartano. ¡Oh, Rey Strauffónidas! Y yo sonreír y flexionar, y con algún pretexto quitarme la camisa, por supuesto.

Con lo anterior tampoco estoy justificando a quienes desarrollan adicción quirúrgica (que hasta un trastorno es) para meterse cuchillo a cada mínimo detalle o tampoco los vigoréxicos adictos al gimnasio que terminan usando métodos extremos por un cuerpo fuerte y marcado, lo cual es un mal que le afecta a ciertas personas donde no van a dejar de verse cosas malas y no dejarán de subirle a la intensidad hasta volverse un auténtico freak show. Porque ahí es donde entra mi segunda respuesta a la pregunta de por qué no me volví guapo: el riesgo de esos procedimientos, y aparte el riesgo de tomar cosas (recetadas o no) para perder peso, tonificar, y desarrollar músculos y un buen cuerpo. Pero, dejando eso en claro, en ocasiones sí conviene corregir ciertas cosas que tengan el doble beneficio: de salud además del estético, y esos son los únicos casos donde la opción de la cirugía sí es de al menos considerarse. A lo que me refiero es a que, por ejemplo: ¿tienes algo que corregir de tu nariz para respirar mejor, y esa nariz además tiene una forma no favorable? Date la oportunidad de corregir las dos cosas, lo interno y lo externo. ¿Tienes dientes feos, dañados? Invierte lo que sea con todo tu esfuerzo. Aparte de poder masticar bien y quitarte las molestias en los dientes, el ver una buena dentadura y sonrisa al verte al espejo cada día te será benéfico. Y por supuesto: el ejercicio. Pesar lo que debes pesar ante todo por salud y prevención, y como agradable y bienvenido efecto adicional, el verte bien.

Hay gente que podrá decir que eso es estar dándole demasiada importancia a lo que opinen otros de ti, pero no: es dar importancia a todo, primero el cómo te ves, cómo te hace sentir verte, y al final, qué cosas buenas desencadena el sentirte bien y el que tú y otros por igual consideren que te ves bien. Esto suena a basura motivadora o de infomercial, pero ustedes, mis queridos lectores, saben que no es el caso. Si todavía hay tiempo, hay que darnos la oportunidad de tales cosas. Por flojos con mil excusas es que no lo hemos hecho, y vaya, si podemos ligar las cosas para verse atractivo con aquellas que nos harán más saludables y fuertes, no deberíamos decirle a éstas un no. Y si hay quienes estén bajo nuestra tutela o enseñanza, enseñarles a que hagan lo correcto, que tengan el ánimo de hacerlo y no dejar que se extinga esa flama. Porque esa flama es algo que en mucho se puede aprovechar.

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10 may 2020

Top 10: Las Peores Madres en películas y series

 CulturaPop Arte Entretenimiento, Top10   

Malos padres los hay de ambos sexos; y hay incontables pruebas de ello: tan solo vean a los que toman como una gracia la injustificada y psicológicamente dañina conducta de besar en la boca a los hijos, pero esta vez vamos con el tema de las madres. Las mamás pueden darte valiosas lecciones, orientarte, y ser un pilar en tu vida. Pero también pueden hacer todo lo contrario. Y como muchas cosas en que se traza una línea común entre la realidad y la ficción, en ésta última podemos hallar ejemplos de lo que es una mala madre en verdad. Luego de haber escrito en el pasado respecto a los peores padres en películas y series, por supuesto que no podía dejar de abordar este otro lado del tema.

De películas y series, sin excluir las animadas, les dejo mi selección particular de las que se lucieron quedando mal en su papel de madres y que le habrían hecho un enorme favor a su hijo o hijos de haber salido de sus vidas lo más pronto posible en vez de quedarse a hacer el daño que hicieron (y por supuesto que puedes comentar tus propia selección, lector):

Judy Geller (Friends)

Judy Geller - Peores Madres en Cine y Series - Worst Mothers in Movies and Series


Mamá de Ross y de Monica en la serie Friends. Un ejemplo de esas señoras que desarrollan una rivalidad patológica con la hija al punto de sabotearla. Gracias a ella, su hija Monica tuvo que soportar sufrir de obesidad en los mejores años de su vida, y tiempo después desarrollar un serio caso de trastorno obsesivo compulsivo, sobre el cual hasta al final se negó a reconocerlo o a buscar tratamiento. Una madre que arruinó a su hija entre comentarios pasivo-agresivos y sonrisas falsas condescendientes.

Molly Weasley (Harry Potter)

Molly Weasley - Peores Madres en Cine y Series - Worst Mothers in Movies and Series


Este personaje es el ejemplo de algo que por fortuna no me tocó vivir en carne propia, pero sí tuve que verlo sufrir a otros y es aberrante: la mamá odiosa que trata como basura a su propio hijo pero al amigo de éste, o a algún hijo de conocidos o tal vez un sobrino o lo que sea, lo trata como si quisiera de plano ligárselo y llevárselo a la cama. Mientras que a su propio hijo Ron lo trataba como basura, alzándole la voz frente a sus amigos y regañandolo por cosas que no eran del todo su culpa, bastaba con que llegara Harry Potter para que Molly Weasley estuviera a un paso de extender su lengua en el piso y pedirle a Harry que caminara sobre ella. Cero respeto o aliento a su hijo, quien en verdad no era malo, y a quien le hubiera servido apoyo maternal para forjar un carácter más decidido y fuerte. Pero con una madre así, y el plus de un papá que era mas bien de adorno y que al parecer le había cedido las pelotas a la esposa desde que se casaron, qué se podía esperar. Las mamás que son así como este personaje (muchos conocimos a alguna en un punto de nuestras vidas) son un asco.

Lois Wilkerson (Malcolm in the Middle)

Lois Wilkerson - Peores Madres en Cine y Series - Worst Mothers in Movies and Series


Siempre me ha dado risa ver que el personaje de Lois tiene fans hasta la fecha que la defienden diciendo que es el tipo de buena madre que hay que ser. Me imagino son de la misma gente que le aplaude a sus madres que les hayan dado salvajes golpizas y bofetadas incluso cuando no tenían la culpa o cuando no ameritaba algo tan extremo. Y no me crean un tibio de esos que dice que hay que prohibir por completo el castigo, para nada. Es una herramienta valiosísima en la formación de los hijos, y es estúpido retirarlo. Pero Lois es un caso muy feo. Hay unas que son madres mediocres que se autojustifican, y aunque fastidiosas o estorbosas, no son malintencionadas (un ejemplo de eso es Frankie, la mamá de la serie The Middle). Pero Lois al final de la serie deja muy en claro que ve a los demás, y en particular a su hijo Malcolm, como peones de un juego donde solo ella merece decidir. Queda claro eso al echarle a perder su oportunidad de un trabajo con excelente sueldo y prosperidad, y en vez de eso forzarlo a que siga estudiando y a que intente ser presidente del país. Una buena madre habría querido éxito económico e independencia junto con un camino libre y próspero en otros rubros para su hijo. Ella no. Lo que importó, como siempre, fue el cumplir sus caprichos y fantasías como mujer dominante y loca que siempre fue.

Agnes Skinner (Los Simpson)

Agnes Skinner - Peores Madres en Cine y Series - Worst Mothers in Movies and Series



Madre castrante, chantajista, y de doble moral. En varios capítulos de los Simpsons se le ve maltratando de alguna manera a su hijo Seymour mientras se ostenta como buena madre ante muchos; pero no ha tenido problema en arruinar y bloquear todo aquello que fuera bueno o placentero para su hijo, mientras que ella misma no se prohibió de nada cada vez que le dio la gana.

Sheila Broflovski (South Park)

Sheila Broflovski - Peores Madres en Cine y Series - Worst Mothers in Movies and Series

En un pueblo donde lo raro sería hallar a una buena madre (y es igual de difícil hallar a algun buen padre, dicho sea de paso), Sheila se lleva el premio por su hipocresía y afán de exagerar las cosas y buscar culpar siempre a otros en vez de reconocer que hubo errores de su parte, y haber causado gracias a eso hasta una guerra de Estados Unidos contra Canada.

Mamá Elena (Como Agua para Chocolate)

Mama Elena de Como Agua para Chocolate - Peores Madres en Cine y Series - Worst Mothers in Movies and Series


Cruel y castigadora sin necesidad, ella sabía que la represión y el maltrato estaban mal, y era una mujer suficientemente inteligente para darse cuenta de que la excusa de "es la tradición, así lo hicieron nuestros padres antes" era una falacia. Pero aún sabiéndolo, no le importó, y se dedicó a hacer cosas que le valieron el merecido odio de su hija Tita.

La Llorona (Folclor popular, películas varias)

La Llorona - Peores Madres en Cine y Series - Worst Mothers in Movies and Series

Como ya todos sabemos, ahogó a sus hijos. Y luego lo lamenta. Ya no recuerdo qué le hacen en la película El Santo contra La Llorona, pero ojalá le haya hecho una Quebradora y un Martinete. Se lo tenía bien ganado.

Margaret White (Carrie)

Margaret White - Carrie - Peores Madres en Cine y Series - Worst Mothers in Movies and Series

 

Horrible fanática religiosa obstaculizando el desarrollo físico y emocional de su hija, a la par de querer destruir toda aquella esperanza de interacción social sana de la pobre Carrie. Un monstruo como las hay tantas en la vida real, excusándose con su Dios y sus creencias para cometer sus atrocidades contra muchos, incluyendo aquellos a quienes se supone debían proteger. Margaret se gana este lugar en este que es mi top personal en vez de incluir a Norma Bates, la mamá en la película Psicosis, por una razón: Margaret llegó al extremo de intentar matar a su pobre hija, mientras que Norma no llegó a ese extremo en su vida.

Mary Jones (Precious)

Mary Jones - Precious - Peores Madres en Cine y Series - Worst Mothers in Movies and Series


Un salto a lo abominable: una hipócrita y apática de aquellas con las que las fuerzas del orden, organizaciones de ayuda, trabajadoras sociales, y personal médico se topan a cada rato: alguien inútil y autodestructiva que permite que a su propia sangre la dañe y deje marcada en más de una manera alguien más, sin hacer nada por evitarlo. Y no solo eso, sino encubriendo al asqueroso agresor. La mujer permite que su propia hija sea abusada sexualmente, y tiene la desfachatez de nombrarse a si misma como víctima.

Zinnia Wormwood (Matilda)

Zinnia Wormwood - Matilda - Peores Madres en Cine y Series - Worst Mothers in Movies and Series


Una persona vil y de poca monta, al igual que su esposo. Negligente y abandonadora, que jamás dio una pizca de afecto a su hija, y mucho menos le importó lo que a ésta le ocurriera en la escuela. En vez de alentarla por sus talentos, estuvo feliz de deshacerse de ella cediéndole la custodia a alguien a quien apenas conocían que, por fortuna, resultó ser una buena persona, pero es algo que ellos no sabían y por supuesto no les importó averiguar.


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9 mar 2020

El mes de marzo en lo personal

 Relatos Recuerdos Criticas   

Al nombrar una particular época del año, no falta aquél que le atribuye cosas ya sea buenas o malas. Como si de manera inherente tales días o meses, o tal estación, tuviera por arte de magia o predestinación alguna especie de aura o suerte ya antes cargada. Los que creen eso suelen ser muchas veces los mismos que salen con esa simplonada en las redes sociales de decir "Mes que va entrando, ¡Sorpréndeme!" como si el mes fuera una entidad consciente.

Yo no soy de esos, pero si juzgo de forma fría e imparcial, no estoy libre de mancha ahi. Puesto que una de las cosas que creo en cierta medida es en la suerte, porque si vieran la que me cargo, entenderían que sería difícil no creer. Las situaciones que me han pasado donde se doblan las circunstancias para mal son entre cómicas y enfurecedoras. Tampoco son al nivel máximo esas tragedias (o no estaría aquí a estas alturas contándolo), pero no son pequeñeces tampoco. Y por mas que me resistía a verlo, tenían algo en particular: pasaban más en el mes de marzo, o sobre situaciones que fueron emprendidas o echadas a andar en marzo.

Mi aversión a dicho mes del año ha existido por algún tiempo. Mientras que a otros los veo traumados con enero y su famosa "cuesta", a mi no me ocurre, porque no gasto de más ni ando queriendo quedar bien con regalos y gastadera con gente a la que al final no le importo. En cuanto a febrero, del cual he escrito ya antes, de igual manera intento manejar de manera pragmática el que suele ser un mes de tremenda polarización, por aquello del día del amor, y el desbalance entre quienes se sientes contentos y quienes no.

Pero luego está marzo en particular. He analizado y me di cuenta que es un mes en el que cumple años gente que en otro tiempo quise con toda el alma y se portaron crueles e ingratas. Es, además, el mes en el que murió mi abuelo. Coincide también con la llegada de la primavera, la estación del año más sobrevalorada, desde mi punto de vista. Por estas cosas tal vez, y otras más que no logre recordar de momento, puede que tenga una especie de predisposición a que las cosas salgan mal. Quién sabe. Y bueno, no es que el resto del año sea miel sobre hojuelas, siendo franco.

Sobre esas situaciones de mala suerte supongo escribiré sobre ellas alguna vez en conjunto, ya que solo las he mencionado en escritos aquí y allá de forma velada, hace años. Y supongo que habría que dejar constancia pública de ellas y no esperar hasta que escriba mis memorias. Nno estoy diciéndolo solo porque sí, ¿eh? En verdad sí planeo escribir mis memorias. No porque vaya a publicarlas ni nada, sino que... bueno, eso también es tema para otro momento.

Pero bueno, lo que queda en cuanto a dicho mes es que cada vez que llega, sea un poco más cauteloso de lo habitual. Sin dejarme sugestionar como ocurre con tantos otros, esperando a la vez la llegada del tiempo del año que sí me gusta y suele tenerme de mejor humor: el otoño y el invierno. Ya sé, ya sé, para muchos suele ser el verano porque les recuerda la niñez y vacaciones largas, o las salidas a playas, o a campamentos. Y verán, viví todas esas cosas que acabo de mencionar, de hecho. Pero esa misma suertecita que me cargo ahí estaba como mi fiel acompañante. Y digamos tan solo que no fueron vivencias tan gratas como lo son en los recuerdos de otros.

¿Y tú, lector? ¿Alguna temporada del año en particular en que te sientas mal, o por el contrario, en que te sientas con tremenda suerte?

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27 feb 2020

Tipos de personas indiscretas que más odio

 Relatos Recuerdos Criticas   
Hay que reconocerlo: en todos nosotros hay un cierto nivel de indiscreción o imprudencia, alto o bajo. A veces estás distraído porque te consume el montón de cosas fastidiosas y/o horribles de esta vida y no puedes evitar decir o hacer algo que debías evitar. O puede que al calor del momento, por ejemplo enmedio de la plática en una fiesta, tu lengua se suelta y vas y cometes tremenda estupidez. Peor aún: la mayoría de esos errores terminan incomodando (o de plano jodiendo) a otra persona. Bueno fuera que quien sale con la indiscreción se jodiera a si mismo, pero no.

Como dije, se entiende que hay un cierto nivel de esto en cada uno y a veces se cometen errores sin intención. Pero otras veces te topas con gente que lo hace de manera continua, y saben que hacen daño. Y aún así, ves que no hacen nada en absoluto por corregir eso, y algunas veces hasta lo toman ya como una gracia, el ser así. Esto hace que mas de uno piense que lo están haciendo adrede. Ah, pero aún así, siguen visitando o teniendo trato con ese familiar o amigo peculiar que saben que no tiene filtro. Y de esa manera terminan volviéndose parte del problema. Si no cortas la parte que está podrida, no te quejes del olor y la posterior podredumbre que te llegues a topar. Coherencia, por favor.

Y si tratara de nombrar a todos los tipos de gente así, se me pasarían muchos, sobre todo porque (por fortuna) no me he topado con todos ellos. Pero sí quiero compartirles aquellos que he visto en acción, cagándola ya sea en algo sobre mi o sobre alguna otra pobre víctima que ahí estaba. Estos son algunos de ellos:

El que sale con indiscreciones tuyas frente a tu pareja, o sobre quien aún te duele

Comenzamos con ese tipo de personita que de ley todos conocen, si no en sus propias vidas por lo menos en las de los demás. De hecho en la serie Friends, una serie que es de mis favoritas de todos los tiempos, pero que también critiqué alguna vez por sus puntos malos, viene el arquetipo de ese odioso ser personificado en Phoebe. Siempre con sus comentarios fuera de lugar donde la pareja de alguien se iba a terminar enojando.

Por supuesto que solo la gente que vio la serie recordará eso, pero dejándola de lado y siguiendo con el tema en si, la persona imprudente de la que estoy hablando siempre va a salir con cosas del tipo "Oye, ¿y sabías que me topé a tu ex y bla bla bla?" en presencia de la pareja actual. O va más allá, como recordando viajes, eventos, y cosas que viviste con tu ex, mientras que aprietas los dientes y abres los ojos como si te estuviera dando un ataque epiléptico intentando que se calle.

Ah, y ni se te ocurra permitir que esa persona sepa cosas actuales tuyas que harían que tu pareja empiece a fastidiar. Por ejemplo, si tienes a alguien que es tu pretendiente en la escuela o el trabajo (aunque no le hagas caso y no estés siendo infiel ni nada por el estilo). Si esa personita idiota indiscreta lo sabe, "se le va a salir" la próxima vez que los vea a ti y a tu pareja juntos. Varias veces es alguien con intención de causarte problemas y hasta que te separes de con quien andas, pero otras en realidad no obtiene ningún beneficio, y lo hace tan solo por causar el daño.

Esta persona no se limita a sabotearte cuando traes pareja, o cuando ésta te acompaña. Porque también tiene otra forma particular de fastidiar: mencionándote a tu ex cuando sabe bien que aun le extrañas, o que te duele recordarle. O incluso preguntarte si no has sabido de el/ella o si se han topado de nuevo desde la separación (como si le importara).

El que te intenta comprometer o joder en el trabajo

A ese los que somos solteros y sin hijos lo identificamos a la perfección. Si alguna vieja de la oficina está pidiendo cambio de turno o día libre por alguna cosa relacionada a sus dramas familiares, casi todos derivados de esos hijos que uno no le obligó a que tuviera, anda cazando a ver a quién se chinga. Y bueno, el indiscreto será o algún compañero de trabajo o el jefe mismo. Así sin agua va salen con: "Oye, este cabrón no tiene hijos y tiene libre ese día, te lo puede cambiar", y ahí viene la monigota haciendo su jeta de sufrida hasta tu lugar, queriendo hacer que te sientas culpable. Y todavía el idiota que te está queriendo comprometer remata con un "¿Sí se lo puedes cambiar, no? Ándale".

Yo una vez tuve una discusión fuerte así en un trabajo, con el jefe y una compañera que estaba embarazada. Ni me acuerdo por qué motivo tenía que faltar o cambiar turno, pero no tenía que ver con el embarazo ni una cuestión urgente o siquiera de alguna cita médica o algún trámite importante. Era una necedad. Y luego de hacernos de palabras y que me mandara llamar el jefe aparte, le tuve que decir al cabrón tal cual: lo que ella quiere no es por una urgencia médica o la muerte de alguien, y no porque ella tenga hijos y yo no tiene que darle preferencia. Yo también necesito tiempo libre, también salgo a divertirme, también duermo, como, y cojo. A veces poco en dos de tres de esas, pero lo hago, y necesito mi tiempo para hacerlo. Al final alguien más le hizo el cambio, y acabé siendo el mal visto ahí, por supuesto. Pero bueno, no es la primera vez que he acabado en malos términos en un trabajo, y si era algo en lo que tenía la razón, no tenía por qué doblar las manos.

El que quiere sacar el tema de tus finanzas e historial académico o de empleo en público

No me alcanza el idioma, y pudiera saberme todos los otros idiomas del mundo y hasta las lenguas muertas, y créanme que no tendría palabras ni el sánscrito, latín, o hasta sumerio para expresarles cuánto odio a esas personas. Se los digo sin empacho: cuando salen con su estupidez malintencionada, porque con ellos sí es con mala intención el 100% de las veces.

A ver si no les suena familiar esta escena: estás en la reunión de generación de lo que sea: secundaria, preparatoria, carrera. Y alguien, que nunca fue íntima amistad tuya, de volada empieza a preguntarte: "Oye, ¿y dónde estás trabajando?" seguido de un "¿Y qué tal pagan ahí, que prestaciones tienen? Porque he escuchado que bla bla bla". Es que en serio, qué carajos le va a importar si gano una montaña de dinero o si en realidad estoy en un empleo donde me están pagando con cacahuates (ya me auto-madreé y me dije elefante solo). ¿Me va a hacer mi declaración de impuestos, va a hacerme una oferta de otro lugar y puesto con una paga mucho mejor, o me va a proponer que robemos un banco, ya que estamos igual de pobres? Pues no.

La ausencia de sentido de esas preguntas son equivalentes a la carga de mala intención que tiene el que las hace. Lo que quieren esos que te preguntan dónde trabajas, o qué estás estudiando (cuando eres muy joven), y cosas así, es hacerte tambalear, que te sientas menos frente a ellos u otros, y que sientas que acaban de forzarte a un juego de comparaciones en donde eres el que sale perdiendo. He tenido que lidiar con este tipo de personas de lengua suelta, y suelen ser una combinación de lo que acabo de mencionar con aquellas que comenté antes que te preguntan sobre tus ex o te las recuerdan adrede.

Los que te preguntan, o hasta discuten en público, sobre tu salud

En temas de salud, como vengo de familia de médicos y enfermeras, no soy tan privado como otra gente. De pronto puedo hablar de cosas mías entre un grupo de personas de manera natural porque me acostumbré a oir esas pláticas entre mi familia. Pero sé que mientras que algunos comentamos sin problema de cuándo fuimos al doctor, que en tal día fuimos a algún estudio y demás, para otros es un asunto que quieren manejar de manera más discreta. Ah, y no crean que por ser yo así de abierto no tengo limites. Por supuesto que hay ciertas cosas que no quiero que se hablen de mi con cualquiera o en todos los lugares.

Pues aqui es donde hace su entrada triunfal el imbécil que de pronto menciona tu diagnóstico o tu problema por el que tuviste que ir a consultar, en alguna reunión familiar o de amigos. Algunos fingen estar intentando ser discretos, ya saben: "Oye, ¿fuiste ya a... ya sabes?", para que de inmediato los demás presentes estén preguntando de qué se trata. U otros que de plano no le disimulan ni tantito: "¿Sí se te quitaron ya los hongos con la crema?, ¿Sigues teniendo los síntomas aquellos? (porque vi en la tele que pudiera ser tal cosa), ¿Se te quitó lo del estómago que traías?, etc".

Y para el que quiera defender a esta gente diciendo que tal vez están preocupados por ti: es distinto que te pregunten de forma simple si te sentiste mejor o si ya andas bien, a que digan tu padecimiento o problema en específico en un lugar donde otros lo oyen. Ah, y a veces algunos de estos se justifican a si mismos diciendo "Pues qué tiene, todos somos humanos, todo mundo se enferma o le da algo". Pues sí idiota, pero el concepto de privacidad existe por algo. Todos hacemos caca, y no por eso quiero que anden hablando de la mía o contando de cómo huele o mostrando fotos o dando datos de su consistencia y frecuencia. Así igual con las demás cosas. No es tan difícil de entender.

...

Esos son apenas algunos, porque como dije, hay demasiados y no me ha tocado vivir todos los escenarios posibles, obvio. Pero con los que me ha tocado lidiar es suficiente. Lo que me queda por sugerirte, lector, es que si te topas a alguno de esos, no les tengas consideración. Poner distancia es lo mejor posible. Porque no van a cambiar, no valorarán la tolerancia que les has tenido al paso de los años, y créeme: eres tú el que pierde.

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17 feb 2020

Los Magos


Cuando se habla de magos, hay que hacer una diferenciación entre aquellos que forman parte de cultos o grupos que realizan prácticas involucrando creencias místicas, y los otros, que son profesionales del entretenimiento, prestidigitadores, expertos en trucos e ilusiones, o como se les desee llamar. Y de esos últimos es de quienes quiero hablar esta vez.

Cuando era un niño muy pequeño, una de las primeras veces en que me interesé en el tema de la magia por entretenimiento fue viendo a David Copperfield. De lo que más me impresionó fue cuando hizo su ilusión de hacer desaparecer la Estatua de la Libertad en la ciudad de Nueva York, truco que vi en una repetición tiempo después, imaginándome cómo habría sido cuando estaban transmitiéndolo en vivo.

Tiempo después, en las fiestas de cumpleaños de otros niños y las mías, odiaba que no fuera costumbre aquí la de tener un mago, y en vez de eso tener a un payaso genérico con sus botargas y su muñeco de ventrílocuo. Me habría sentido feliz de que me hubiera tocado un mago alguna vez. Uno bueno, no solo alguien que improvisara trucos fáciles de adivinar, como supe que le llegó a tocar a otros ver en fiestas ajenas. Quería algo espectacular, algo que me dejara pensando, algo que me hiciera cuestionarme incluso si lo que vi es real, aunque dentro de mí la lógica me dijera que debía haber una forma de explicarlo.

Me gustaba lo que hacía Mandrake el Mago al verlo en la serie Los Defensores en la tele, una de tantas series de los noventa que vi. Lo veía también en "los monitos", o tiras cómicas, que salían en el periódico los domingos. Por alguna razón no me decidí nunca a aprender trucos de magia, algo con lo que siempre me quedé con ganas de hacer. Ya otros gustos y aficiones ocuparon mi tiempo, pero nunca dejó de gustarme el tema. En la serie de televisión House M.D. hay un episodio donde atienden como paciente a un mago que hace trucos tan buenos que mi el mismo Dr. House logra explicar cómo los hace, y se dedica hasta el final a intentar sacarle la verdad al paciente sobre sus habilidades. También están las películas de Now You See Me, las cuales me encantaron al verlas. Y bueno, el tema sigue gustándome tanto como antes. Como dije, no aprendí nunca a hacer ni el más simple truco, así que me limito a ver a otros hacerlo, y a aceptar que mi único truco de magia es hacer rendir mi quincena hasta el siguiente pago.

Gracias por leer, hasta la próxima.

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30 ene 2020

Empatizando con el dolor

 Relatos Recuerdos Criticas   

Hace poco tuve una plática con alguien sobre cómo se manejan los incidentes dolorosos cuando le ocurren tanto a los demás como a uno mismo. Hablábamos de cómo la inevitabilidad de las cosas que ocurren en el curso natural de la vida sumado a la completa incertidumbre en que estamos sumergidos día a día puede crear a dos extremos: el que empatiza de más, o bien el ya insensibilizado. Y claro, de pronto ahí surge uno que otro que sí sabe equilibrar las cosas como son.

Me preguntó esta persona con la que hablaba cuál era el recuerdo más feo que tenía donde se tratara de alguien desconocido por completo que me hubiera causado pesar, y que tal vez se quedó conmigo por mucho tiempo. No tardé mucho en responderle que hay uno que hasta la fecha lo recuerdo de forma tan clara como si hubiera sucedido apenas ayer. Mientras que otros recuerdos de la propia vida de uno a veces van nublándose y cuando te vienen a la mente ya no tienen esa nitidez, hay otros que de plano se imprimen.

Este recuerdo del que hablo es de un incidente que ocurrió cuando estaba muy chico, apenas en la adolescencia (esos tiempos añorados). Iba a clases usando el transporte público, tenía que tomar dos camiones para llegar. Ese día era muy temprano; como 20 minutos para las 7 am. Acababa de tomar el primer camión apenas. De esas veces en que ves como un milagro (y un alivio a la vez) que no se llenara tanto, quizá porque otra unidad había pasado antes con un minuto de diferencia, o quién sabe. Pude conseguir un asiento y, como suelo preferir, fue el de la ventana.

No teníamos ni 10 minutos de avanzar cuando llegamos a un cruce donde había antes un monumento de cierta figura pública, una estatua, a contraesquina de una gasolinera. Cuando estábamos acercándonos a la altura de la estatua metálica de expresión perturbadora, empecé a notar algo de conmoción en la gente que iba en el camión y se empezaron a asomar por las ventanas. Esto me sacó de la que era mi costumbre cada que iba en el camión o en el metro: perderme en mis propios pensamientos. Y me sacaron de golpe de ellos, porque unos decían tal o cual expresión de asombro ya fuera maldiciendo o con expresiones religiosas. "Un accidente" - decían - "Atropellaron a alguien".

Cuando estábamos ya justo ahí, el camión se detuvo unos instantes, tanto para subir gente como también por el tráfico. El cuadro era triste y horrendo a la vez. Había un montón de gente y un camión ya vacío algo más adelante, aquel que había atropellado a la víctima. Los pasajeros se habrían bajado y mezclado con los demás curiosos que se acercaron. En la calle y subiendo a la banqueta, un rastro de sangre que llegaba hasta la persona ya sin vida: una chica muy joven en uniforme escolar, tendida ahí a lo largo. Y junto a ella y sujetándola, el padre. "¡Hija, hija!" gritaba el pobre hombre alargando la palabra hasta que su voz se convertía en un chillido. El rostro se le desfiguraba casi por lo rojo que estaba y la forma en que abría la boca a mas no poder e incluso soltaba saliva. Volvía a gritar enmedio del llanto y a veces el grito se oía como si hiciera gárgaras, de una forma que me dio tremenda pena y escalofríos.

El camión avanzó y dejamos atrás la escena. Fui a clases y ya después no supe mas del asunto. No busqué en las noticias ni nada, pero la escena se quedó conmigo hasta el presente. Otros tristes recuerdos me afectaron en aquellos tiempos, como un amigo que murió y el accidente de una chica que me gustaba. Pero este caso tenía la particularidad de que me hizo empatizar con un desconocido y su dolor, magnificado hasta el punto del infinito. No le conocía a él ni a su hija. No podiá saber cómo era el papá como persona, o cómo fue ella durante su corta vida. Solo que sentí su dolor tal cual, como si fuera propio. Empatizando con el dolor que era el conductor de semejante shock. Y así estuve por un tiempo, con esa penosa imagen en la mente, reflexionando sobre ese incidente que se añadió al archivo de otros, y sobre el azar mismo que nos gobierna y nos impide tener la certeza de las cosas que tanto desearíamos. Una más de las cosas que reafirma algo que hasta la fecha sigo diciendo: qué injusta es la existencia, con su cláusula de vejez y muerte obligatorias, pero no solo eso, sino la imposición de una incertidumbre que nos gobierna. Cláusulas que no se nos permite cuestionar y mucho menos saber el porqué de ellas.

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17 ene 2020

La vecina de la tiendita

 Relatos Recuerdos Criticas   
Hay una persona en particular que nombré tiempo atrás en algunos posts que escribí. Les hablo de la señora dueña de la tiendita a la vuelta de donde está la casa donde crecí. Recuerdo que empecé a ir cuando abrió la tienda, que fue cuando yo tenía como 9 o 10 años de edad. Pronto fue ya conocida de todos los vecinos, incluyendo por supuesto a mis padres, y ya era común y conveniente ir ahí, por su cercanía. 

A medida que fui creciendo y atravesé la adolescencia, la señora de la tiendita estuvo ahí. He de decir que sí tomábamos muchos a broma el evidente gusto por el chisme que tenía. En ocasiones se enteraba de cosas mías y de otros tan rápido que decíamos que parecía la mismísima internet. Me preguntaba o de plano opinaba ya de forma directa cuando se enteraba de que andaba yo con tal o cual chica de la colonia, o que mínimo había salido con ella. No me lo tomaba a mal; a otros les puede sonar invasivo y grosero, pero ya a ese tiempo llevábamos construída una confianza mutua en que podiamos decirnos y aconsejarnos cosas: ella sobre mi vida social, y yo a ella sobre sus cuidados relativos a su salud, y de pronto algún debate sobre algún tema discutido sobre el mundo en ese momento.

La señora era viuda, y cuando se quedó sola en casa y a pesar de los cuidados de su hija mayor (quien vive por su cuenta) se vio en ella un cambio tras esa aparente fuerza y aguante que quiso mostrar siguiendo aún con su tiendita siempre abierta, se notó en sus ojos cuando se rindió. La señora falleció en tiempo reciente, luego de estar hospitalizada tras complicaciones de salud. No seguía las medidas para cuidarse ya. Yo solía decirle "Mire, usted y yo somos camaradas, ¿a poco no? En ese plan y confianza le digo, haga caso a lo que le recetan y le indican". Me decía que sí, se sonreía, y demás. Pero es claro que su decisión estaba tomada ya cuando se dejó ir. Quién sabe qué tantas cosas habrá reflexionado para llegar a tal punto.

Cuando se va alguien con quien interactúas de forma constante y que ha estado ahí en eventos de tu vida, es un pequeño pedazo de ti que se va también, es lo que siempre he sentido. Y no siempre es un familiar o un amigo cercano, a veces son esos personajes que son los actores de reparto en el largometraje de tu existencia. Me llevé bien con ella, reíamos y bromeábamos cuando iba a su tienda a comprar algo, y creo que le escuché y le aconsejé hasta donde pude. No fui a su sepelio; tengo ideas particulares sobre los funerales y gente que va a ellos, y me parece mejor recordarles como eran aún vivos. Y claro, recordar los momentos agradables con ellos.

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